PROYECTO PIBE LECTOR

#PROYECTOpibeLECTOR: Para leer alguna de las 59 ficciones de mi blog en Infobae, accedé haciendo click aquí.
Buscá la fan page del Proyecto en Facebook, click aquí: PROYECTO PIBE LECTOR.

jueves, 7 de octubre de 2010

Cuatro formas fáciles de resolver una situación desastrosa dentro del aula (y no resolverla)




Hace poco leía en un artículo interesantísimo llamado "Juventud negada y negativizada: Representaciones y formaciones discursivas vigentes en la Argentina contemporánea", de Marcela Chaves, una antropóloga argentina, diferentes formas posibles de clasificación en la concepción de la adolescencia a lo largo de los años y desde diferentes marcos discursivos. El ser joven como inseguro de sí mismo, como ser en transición, como ser no productivo, como ser incompleto, como ser desinteresado y/o sin deseo, como ser "desviado", como subversivo, delincuente o violento, como ser peligroso, como ser victimizado, como ser del futuro, como ser en relación, como futuro ciudadano. Cito a la autora:

"Todos estos discursos quitan agencia (capacidad de acción) al joven o directamente no reconocen (invisibilizan) al joven como un actor social con capacidades propias —sólo leen en clave de incapacidades—. Las formaciones presentadas operan como discursos de clausura: cierran, no permiten la mirada cercana, simplifican y funcionan como obstáculos epistemológicos para el conocimiento del otro. Se trata de discursos que provocan una única mirada sobre el joven, pero que son utilizados estratégicamente —o políticamente— según sea de ricos o de pobres. Según sea la clase o sector de clase será el estereotipo a fijar, así se encuentran principalmente discursos naturalistas, psicologistas y culturalistas ligados a la juventud de clase media y alta, y discursos de patología social y pánico moral cuando se habla de la clase media empobrecida y los pobres. Tanto en sus versiones de «derecha» como de «izquierda» —o progresistas y neoliberales para usar términos de los noventa—, estas son miradas estigmatizadoras de la juventud. Desde la representación negativa o peyorativa del joven, como de su aparente extremo opuesto, la representación romántica de la juventud, son miradas que niegan. Las prácticas de intervención paternalistas no entran en contradicción con ninguno de estos discursos, todos le son útiles y unidos son más eficaces."

Me parece interesante señalar cómo estas interpretaciones de la adolescencia  han desplazado nuestra experiencia personal como adolescentes. Todos nosotros hemos pasado esa etapa, y, al parecer, la hemos cubierto con un piadoso manto de olvido convirtiendo en "el otro" al sujeto adolescente y dejando que una o varias concepciones teóricas mamadas directa o indirectamente en la universidad o en el terciario (en el mejor de los casos, ya que muchísimos profesores de adolescentes no han transitado esos lares) sean las herramientas interpretativas para decodificar qué vemos cuando posamos la vista sobre "el otro". La objeción trivial de "en mis tiempos era diferente", "los tiempos han cambiado", "en mi época esto no era así" se vuelve cliché cuando uno ahonda: "los tiempos" cambian en la diacronía pero el sujeto adolescente sigue siendo una persona vulnerable a un entorno al igual que todos los seres humanos (un entorno contemporáneo al que nosotros estamos viviendo), una persona en general carente de autonomía económicaque asiste obligatoriamente a la escuela para adquirir una formación cultural que le permita insertarse en la sociedad como un participante activo, sano y pleno sin relegar esta inserción al futuro sino extendiéndola al presente.

Es verdad que la realidad dentro de las escuelas secundarias estatales argentinas no es fácil, y que constantemente los docentes se enfrentan a problemas que exceden el enseñar los ocntenidos de sus áreas de conocimiento en clase.  Pero veamoslo en un ejemplo:
Sale "la de matemáticas" y entro yo, "la de lengua". ¿Es natural pretender que treinta sujetos de quince años que estaban sumergidos en un tema abstracto determinado, garrapateando números en hojas cuadriculadas, oigan una voz en tono imaperativo que diga "Buenas tardes, bueno, el tema de hoy es la irregularidad del verbo apretar" y guarden sus carpetas, saquen otras e instantáneamente estén concentrados en ese nuevo tema? ¿Es humana la pretensión de anular la individualidad del sujeto para pretender impartir conocimientos teóricos en un grupo donde hierven los problemas, los conflictos, las demandas, la alegría, el aburrimiento y el sufrimiento? 

No es la primera vez que escribo que, ante una situación evidentemente violenta, uno debe detenerse y preguntar qué pasa  ( y escuchar atentamente las respuestas que surjan) para poder resolver el conflicto y continuar el proceso de enseñanza del contenido teórico. O como mamá, ante el cambio de actitud, ante el silencio, la expresión de preocupación o cualquier signo alarmante que uno puede percibir en el hijo adolescente, que una debe sentarse, necesariamente, y preguntar, y escuchar atentamente. No es la primera vez que escribo esto, digo, y no es la primera vez que me indigno al conocer otros procedimientos utilizados por docentes para afrontar situaciones como las que describo. Veámoslo en otro ejemplo: 

Situación: grupo con alumnos con problemas de atención. Tres deambulan por el aula. Cuatro alumnas se resisten a guardar el celular, hay dos que se maquillan en plena clase, tres que se arrojan objetos. Dos alumnos observan al profesor y manifiestan sus ganas de aprender, de que se desarrolle la clase... en el fondo hay cuatro alumnos que se niegan a guardar las barajas con las que tienen iniciado un partido de truco. El profesor decide...

a) gritar como un desaforado que son todos unos inútiles e imbéciles y que jamás van a llegar a nada en la vida porque son unos ignorantes. 

b) comenzar a ridiculizar a los alumnos que se resisten a sentarse en forma individual, humillándolos ante el grupo destacando aspectos de sus personas que supone deben desagradarles o que no obedecen a los ideales estéticos del imaginario cultural. (Ejemplos: "Vos, gorda, largá los sánguches, ¿no te sentás porque no entrás en el banco?", "¿Para qué se mira tanto en el espejo, señorita, quiere que se rompa?", "Che, Guido Suller, sí, vos, mariposita, largá las plumas y sentate como un pibe y no como Graciela Alfano", "Vos, nene, el de la cara llena de granos...").

c) Adoptar un aire ofendido, repartir unas fotocopias o escribir alguna tareíta en el pizarrón destinada a grados iniciales o para jardín de infantes, sentarse ante el escritorio a hacer otra cosa y decirle a la preceptora, cuando venga a ver qué son los gritos que se oyen en toda la manzana "Pobrecitos, si no pueden entender nada... si no pueden hacer otra cosa...", bajito y con aire condescendiente.

d) Abandonar el aula y repetir delante de las autoridades, preceptores, colegas, porteros o quienes quieran escuchar que "Estos pendejos de mierda qué carajo se creen", que uno está harto y que no tiene por qué tolerar esta situación y que "cuando yo era alumna esto no pasaba y que estos pibes no tienen padres acaso" y que "ya van a ver".

Y claro. Cuando estaba en la facultad no pensaba que dar clase iba a involucrar situaciones como ésta. Las materias pedagógicas te llenaban de fotocopias con textos de Braslavsky  o de Lowenfeld y uno se imaginaba un ambiente idílico con adolescentes sentados en silencio y escuchando con atención lo que uno tuviera que decir sobre la irregularidad del verbo apretar, como si fuera la develación de una de las grandes inquietudes de los 16 años. La realidad es que si te sentás en un rincón con el pibe que deambula como un zombie por el aula y le preguntás qué le pasa te va a decir que a los padres no les importa nada lo que él haga, que está aburrido, que no tiene ganas, que viene porque lo obligan y que no sabe qué le pasa. Si te sentás a conversar sobre el uso de celulares en horas de clase con las chicas, te van a decir que sus madres o abuelas están internadas y que los tienen prendidos por las dudas las llaman, se van a reír, te van a mostrar las fotos que tienen en las pantallas y te van a contar que están a cargo de sus hermanitos, que la abuela trabaja todo el día, que la mamá está en el sur, que quieren estudiar para peluqueras, biólogas marinas o veterinarias y ... quizás después de charlar unos minutos el celular se vaya al bolso. Y el pibe que deambulaba, se siente. Y las miradas se fijen en los materiales nuevos que llevaste, buscando formas de hacer la clase más atractiva y relevante para los alumnos. Llevás un cuento con el verbo apretar mal escrito. Llevás una grabación de un diálogo que contiene el verbo. Hacés una grabación con los chicos. No tenés grabador, pero las chicas tienen los celulares y algunos graban... los hacés escribir alguna obra en donde se use la palabra en forma correcta y en forma incorrecta. Las leen. Una en especial les parece graciosa y deciden representarla... el que deambula siempre es el protagonista... no, no quiere... bueno, pero puede filmarla con el celular y después nos cuenta que sabe cómo hacer para subirla al blog del curso...

Demás está decir que me indigno cuando mis alumnos me cuentan que algún profesor tomó con ellos los caminos a), b), c)o d). Cuando estoy en la sala de profesores o preceptoría, y escucho a alguno despotricar en plena d). Demás está decir que provoco grandes desconciertos a veces en mis colegas o en las autoridades o en los mismos alumnos cuando salgo con actitudes diferentes, y digo desconcierto por no decir desagrado, rechazo, recelo, molestia o cualquier sentimiento desagradable. Me han tachado de loca, de seguir utopías, de amiguista, de condescendiente con los alumnos, de paternalista (o maternalista...), de demagógica...  ¿Tomo la actitud d) y contesto así? No..., mejor escribo este artículo y listo.