PROYECTO PIBE LECTOR

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jueves, 18 de diciembre de 2014

Inclusión educativa



Cierra otro año lectivo, cargado de problemas y deficiencias. No se cumplieron los 180 días de clases. Continúan los problemas de infraestructura, los docentes siguen cobrando muy poco, hubo alumnos que abandonaron la escuela y, los que se quedaron, no recibieron una educación de calidad óptima.  Al parecer, la sociedad argentina finalmente se ha puesto de acuerdo con respecto a estos puntos y reconoce que urge un cambio.

En estas épocas de precisión terminológica y eufemismos, la primera medida que deberíamos tomar es llamar las cosas por su nombre y, ya que reconocemos la existencia de un problema, actuar para resolverlo. Dejar de emitir mensajes contradictorios sería un buen comienzo, y eso se puede hacer hoy mismo, en los hogares. Términos como "Divertirse" y "Entretenerse", por sólo tomar dos ejemplos, no tienen necesariamente relación directa con lo que sucede cuando se lleva adelante una situación de aprendizaje. Distinto es el caso de "Interesarse", que sí la tiene. La sociedad debe comprender y transmitir a sus hijos que aprender da trabajo, que demanda un esfuerzo y un compromiso. La escuela debe crear y promover situaciones de aprendizaje motivadoras e interesantes para sus alumnos, que son individuos con diferentes características, saberes previos y preferencias, y están juntos durante lapsos de tiempo largos dentro de aulas. "Te compadezco porque tenés que ir a la escuela", "La escuela no sirve para nada", "Los docentes no están capacitados", "Pérdida de tiempo" no pueden ir junto a "Tu obligación es ir a la escuela"; no son mensajes positivos para nadie. El apoyo familiar que recibe cada alumno y lo que sus padres opinan acerca de lo que debe suceder durante las horas que los chicos están dentro de la escuela inciden sobre el desempeño individual, lógicamente. Si la actitud del alumno hacia el aprendizaje formal es negativa, la calidad de la educación que reciba no será la mejor, independientemente de los esfuerzos que hagan o no hagan sus docentes. Y la palabra que resuena por todos lados: "Inclusión", se quedará siendo una mera palabra.

Los niños y los adolescentes deben estar todos los días adentro de la escuela, pero la "inclusión" no se logra obligando a la gente a meterse adentro de un edificio. Inclusión tiene que ver con el objetivo final que persigue cada institución: lograr que sus alumnos, al finalizar el proceso de escolarización, sean buenos ciudadanos, capaces de insertarse en el ámbito laboral o continuar estudiando en niveles superiores. Ayudar a los alumnos a desarrollar sus capacidades, estimularlos para que sean pensadores críticos libres de elegir entre muchos caminos es incluir. Mejorar la forma en que se está trabajando en las escuelas sería una forma de lograrlo.



"No hace falta acumular memorísticamente contenidos, porque existe internet y los pibes se mueven por el ciberespacio como pececitos en el agua". Estamos de acuerdo en ese punto, hasta que los pibes contestan que el siglo XX es el de las dos cruces o señalan que Latinoamérica queda en el medio del Atlántico en un mapa. Tenemos que dejar de confundir la existencia de la tecnología y la posibilidad del acceso a ella con el saber. Localizar en Wikipedia un artículo sobre los números romanos, imprimirlo y entregarlo sin leerlo no es lo mismo que realizar un trabajo práctico sobre el tema, comprenderlo y aprender. Los resultados de la confusión están a la vista: demandamos un mínimo de cultura general a los jóvenes al mismo tiempo que destruimos la idea de que ese mínimo es necesario. Dotar a los jóvenes de una sólida cultura general es incluirlos dentro del número de los privilegiados que completarán sus estudios obligatorios y podrán elegir continuar estudiando lo que deseen.

No comprender lo que se explica o lee en clase, excluye: la escuela se convierte en ininteligible. Es prioritario resolver este tema que provoca deserción, reacciones violentas, frustración, repitencia y fracaso, logren o no los alumnos finalizar su trayectoria. Creo que una buena medida sería convertir las áreas de Lengua (para usar la palabra que conocemos todos) y Matemáticas en ejes troncales. Sociales y Naturales, con todas las asignaturas vigentes, deberían relacionarse con las troncales integralmente, con los docentes trabajando de a dos bajo la forma de "pareja pedagógica". El objetivo mínimo a conseguir en Lengua sería la comprensión lectora, desde todos los ángulos, mientras los alumnos adquieren una cultura general interdisciplinariamente, que les permitirá comprender más y más temas. El objetivo en Matemáticas lo supongo, ya que no es mi área: sería poder resolver las cuatro operaciones básicas y problemas de todo tipo.

No hace falta explayarse en las ventajas que trae el trabajo en equipo. La pareja pedagógica permanente provocaría la existencia de un "clima propicio" en el aula y daría fin al problema inmenso de las horas libres, las acusaciones de subjetividad al evaluar, facilitaría que los docentes se actualicen y mejoren la planificación de sus clases, el compromiso con la Institución, el conocimiento de la comunidad educativa que la compone. Los docentes podrían concentrar su carga horaria en las escuelas con mayor facilidad y dejarían de ser "profesores taxis" trabajando tres turnos en muchas escuelas: otro problema grave.

Todas las escuelas deberían contar con su gabinete psicopedagógico para concretar la "inclusión" de todos los alumnos y alumnas. El "contener a los chicos" debería ser realizado por personal competente y no por docentes. Cuando hubiera un alumno (o varios) que con su comportamiento afecta el normal desarrollo de las clases (que es el de las situaciones de aprendizaje interesantes y no un calvario en donde hay que repetir de memoria cosas sin sentido que no le importan a nadie), éste debería ser llevado con premura al gabinete para recibir la atención completa de profesionales que lo ayuden a corregir los comportamientos incorrectos. Puro sentido común: lo único que se logra cuando un alumno perturba el desarrollo de una clase es que todos, incluido el alumno que se comporta inadecuadamente, queden excluidos. Se pierden horas valiosísimas con problemas de este tipo, y el resultado es que los que querían aprender no pudieron, el chico o chica que necesitaba contención adecuada no la recibió y tampoco aprendió nada y el docente... hizo lo que pudo. Un "clima del aula desagradable" excluye y provoca ausentismo, repitencia y deserción. Se necesitan profesionales para contener. El cuadro lo completaría un coordinador asalariado del Consejo de Convivencia (que debería funcionar en cada escuela), un profesional especialista en mediación y resolución de conflictos presente durante la jornada escolar para hacer eso: resolver los conflictos que se presenten e impidan el normal desenvolvimiento de las clases y prevenirlos.



Afirmé que son tiempos de precisiones terminológicas: el año próximo habrá elecciones. Son tiempos de creación, de bocetos, de formular respuestas. Un equipo de especialistas debería pasar el verano elaborando cómo resolver muchísimas cuestiones relativas a la educación pública, que por supuesto exceden a las señaladas en mis textos. Quizás comencemos mejor el ciclo 2015. El candidato o candidata que presente una propuesta para mejorar la educación pública que vaya más allá de prometer mejoras salariales a los docentes y rasgarse las vestiduras señalando falencias, posiblemente, será un candidato o candidata a tener en cuenta a la hora de votar.

Este texto fue publicado en http://opinion.infobae.com/graciela-adriana-lara/2014/12/19/inclusion-educativa-una-mera-palabra/


viernes, 5 de diciembre de 2014

Todos contra los alumnos



Para comprender una situación es necesario contemplar todos los aspectos involucrados.

Últimamente, después de algunos hechos tremendos que tomaron dimensión pública (el presunto envenenamiento del profesor Porro, el video del docente golpeado en Formosa, la pelea de las alumnas de Monte Grande, por mencionar algunos ejemplos), se ha retomado el desagradable hilo narrativo abandonado en marzo, que tenía como protagonistas a los docentes y a los alumnos. Los "burros", como se repitió hasta la náusea en los medios de comunicación durante los 17 días de paro docente (estos últimos, "los vagos"), se han transformado al parecer en homicidas en potencia, en pichones de Circe, en "salvajes".

Quién diría, la vieja antinomia de la civilización y la barbarie, pulida y remozada por las camaritas de los celulares, en televisión.

Se trata el tema de las "AULAS SALVAJES" en mitad de pantalla, ilustrado profusamente por videos en donde se ven chicas agarrándose a las trompadas y a las patadas como si estuvieran en la jaula de UFC. Algunos canales le ponen una nubecita sobre el rostro, por pudor ( han tomado en cuenta que las gladiadoras son menores de edad). Otros difuminan la imagen (han notado que es muy violenta, quizás, como para que la vean los televidentes mientras almuerzan). Otros ponen el video como está, total, para qué ser hipócritas. Lo musicalizan con heavy metal, que combina muy bien. Mientras desfilan circularmente las imágenes, se habla mal de los alumnos y de los docentes. ¿Y de los padres? Al parecer, por ahora, en el relato de marras, los papis brillan por su ausencia.

Los alumnos, fuera de la escuela, son "menores". No es lo mismo interpretar un intento de asesinato o una agresión física dentro de la escuela que en un boliche, en la calle, en el ámbito familiar. Estemos o no de acuerdo, la comunidad educativa tiene sus reglas, sus protocolos, sus normativas. Obviamente, si se ha incrementado el nivel de violencia en nuestra sociedad, lo mismo pasará adentro de las escuelas, que forman parte del tejido social. En el modo en que está reaccionando la escuela ante este incremento está el problema que hay que resolver, y de eso deberíamos hablar, con seriedad. 

Así como los docentes no somos superhéroes ni estamos capacitados para reaccionar ante una situación que requiere especialistas en contención (recordemos que los docentes están capacitados para enseñar Matemáticas, Química, Literatura, etc. y no para separar contrincantes ni esquivar golpes), los alumnos no son "burros" ni "salvajes".

Los chicos de la Argentina de 2014 que se comportan de manera violenta (que no son todos, por supuesto) están reaccionando a su manera ante una realidad que los excluye y los agrede, ante la pobreza, la soledad, la disgregación familiar, la ausencia de valores positivos, los mensajes contradictorios que les envía el mundo adulto.

Todos estamos de acuerdo en que la Escuela está cumpliendo actualmente la función de CONTENER. Todos estamos de acuerdo con que los docentes deben ENSEÑAR los saberes y herramientas necesarias para que sus alumnos egresen siendo ciudadanos responsables y capaces de ingresar en el mundo laboral o continuar sus estudios superiores. Falta algo, a todas luces. Los docentes que están conteniendo, no pueden enseñar al mismo tiempo. O, por lo menos, no pueden hacerlo de la mejor manera.

En lugar de continuar descalificando, insultando y echando leña al fuego, incorporemos a las escuelas personal capacitado para contener: es imprescindible y urgente. Una vez que los alumnos estén "contenidos" por quienes saben hacerlo, se podrá comenzar a recorrer el camino arduo que los especialistas llaman "reconstrucción del tejido social". Así, en el futuro, tal vez haya menos chicos que necesiten ser "contenidos" y las aulas dejen de ser "salvajes" para ser lugares cálidos en donde se construya aprendizaje con respeto y, a veces, los alumnos hagan travesuras.

El texto anterior fue publicado por Infobae: http://opinion.infobae.com/graciela-adriana-lara/2014/12/06/todos-contra-los-alumnos/