PROYECTO PIBE LECTOR

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miércoles, 30 de diciembre de 2015

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Este relato fue publicado en: http://blogs.infobae.com/proyecto-lector/2014/10/24/404/

29. @

Ivo Pannaggi "Tren en movimiento"


_ Me enteré así, no te digo… Fue porque estaba arrobada.
Escuchó la frase, nítida, cercana. No acostumbraba estar despierta durante el día y la luz del vagón hirió sus ojos. Notó que la pierna rebosaba, hinchada: una masa dolorosa. Irradiaba un calor malsano. Imaginó un puntito en su cráneo. Convirtió el puntito en agujero, en vía de escape para que lo caliente saliera y no le abrasara el cerebro.
Viajaba, adormecida por el vaivén y el ruido del tren, envuelta en su olor a ciruja. No solía escuchar conversaciones ajenas, perdida en el abismo de su interior hirviente y putrefacto como su pierna. Buceaba en recuerdos nadando en mares de angustia, una jalea espesa y helada que la volvía un monstruoso oxímoron viviente de frío y calor. Sobrevivía, a su manera.
_ Estaba arrobada, fue una casualidad.
Dos chicas se levantaron y se alejaron, sin notar su presencia. La frase fuera de contexto la había arrancado de su sopor; esperó que sus ojos se acostumbrasen a la luz y miró por la ventanilla. Qué cambiado estaba todo, cuánta miseria. Casillas junto a las vías, nenes descalzos arrojando piedritas a los rieles. Un chiquilín la miraba fijamente parado junto a una mujer de cara cansada.
Arrobada. Recordó la sensación de ver a su esposo por primera vez, sentado junto a una ventana, en la escuela secundaria.  Lo había visto miles de veces, pero ese día descubrió que era hermoso, notó el pliegue que se le hacía en la comisura de los labios, el color perfecto de su piel.
Se había cambiado de banco; había mudado hacia él sus intereses, el foco, el sentido de la vida. Se había inundado de amor, había permitido que el haz multicolor que significó amarlo tanto la atravesara.
Arrobada. Inspiró profundamente el aire de la mañana. Flores. Se vio caminando junto a él, feliz, entre las plantas. Caballito. Ahí estaba, con los zapatos nuevos, besándolo. Once. La angustia continuaba derramándose junto al calor por el agujerito imaginario: un chorro de hielo hirviendo. Se orinó encima, sobre orines antiguos, desbordada de pena. Lloró suavecito, recordando la tibieza de las sábanas, la suavidad de su pelo cuando se puso blanco.
Otra gente subió al tren, despacio primero, luego en ráfagas violentas. Permaneció inmóvil en el caos, inmutable entre el movimiento, el insulto, la corrida. Protegida por su hedor indescriptible, nadie dejó de notarla, pero ninguno se le acercó. Cuando el vagón se puso en movimiento, le pareció verse a sí misma entre la multitud, bellísima, arrobada y arrebolada, caminando hacia el arrabal. Agradeció ese instante a Dios antes de volver a hundirse en su interior espeso.
Años después, el chiquilín hecho adolescente escribió un poema horrendo, acerca de una mujer mendiga. Finalizaba con el siguiente verso:
“Ella buscaba curar su depresión cubriéndose con palabras”
Cuánta razón.

Tragedia pavota

Este relato fue publicado en: http://blogs.infobae.com/proyecto-lector/2014/10/17/tragedia-pavota/

28. Tragedia pavota


Umberto Boccioni "La risata"

En Salinas se conocen todos, la gente se aburre fácilmente y suele perder repentinamente el interés por las cosas. Uno de los entretenimientos más comunes consiste en criticar a los demás. Otro, no menos popular, es hacer apuestas. La “tragedia pavota”, por ejemplo, es un caso que ilustra a la perfección esas características del pueblo. Aquí va la historia:
Se llama Lidia, pero desde chiquita le dicen “la hija de la Pavota”. Todos saben que ella pronuncia esa frase cuando se siente menoscabada, ofendida, enojada o humillada. A la gente le parecía tan gracioso, que  la pobre mujer la pasaba mal bastante seguido, hecho que atribuía a su mala suerte. Por ejemplo, si había llovido la noche anterior, el chofer del colectivo que tomaba diariamente se arrimaba los metros necesarios para que no puediese subir sin mojarse los inmaculados zapatos, hecho que la obligaba a molestarse y decir algo parecido a esto: “¡Qué se piensa, hombre! ¿Que soy la hija de la Pavota?”. Colectivero y pasajeros reían ante las esperadas palabras. Ni siquiera tenían la delicadeza de aguardar a que Lidia descendiera de la unidad para repartirse el dinero de las apuestas: además de previsible en sus frases, todos sabían que la mujer no se daba cuenta de nada. Era como si viviera en otra dimensión: los habitantes de Salinas podían tirarse al piso agarrándose la panza de tanto reír, en su cara, sin que ella diera señales de percibir la causa. Su distracción era tan legendaria como sus frases. Por supuesto, el relato lo hago en pasado porque después de que sucedieron los hechos que voy a narrar, a pesar de que seguramente continúa siendo distraída y diciendo la palabra “Pavota” de vez en cuando, Lidia ya no vive en Salinas.
Ingresaba puntualmente a las 8:30 a su trabajo. Saludaba a la recepcionista con un beso, a la señora que limpiaba con un gesto cortés, a su compañera con una sonrisa forzada y a Mario, que estaba en la oficina contigua, con una mirada cargada de pasión que le dejaba la cara congestionada por el esfuerzo durante unos veinte minutos. Enseguida se ponía a trabajar: sellaba papeles, controlaba que estuvieran firmados y procedía a escanearlos. En eso consistía su trabajo: sello, vistazo y escáner durante ocho horas seguidas.  Según Lidia, empleada administrativa. Según los demás: la hija de la Pavota, motivo de algarabía y dinero, desafío diario para los bromistas.
Algunos ejemplos: entraba uno. “Te traje un café”. Estaba hirviendo: Lidia, quemada. “¿Pero querido, qué te pensás, que nací ayer? ¡Esto está que pela chanchos!”. Algazara general; la frase sobrevolaba los dos pisos del edificio y las oficinas. “¿De verdad dijo “pela chanchos”? ¡No vale! ¡Siempre gana la recepcionista, que la conoce mejor!”, repicaba entre los cubículos. Hasta que se gastaban la gracia y el dinero, y había que provocar una nueva reacción.
Le desenchufaban el escáner. Tras 48 minutos de desesperación y de oprimir el botón de power setecientas veces, comenzaba a hablar sola: “¡Ya vas a ver, guacho podrido, ya vas a ver!”, “¿No querés andar, retobao? Retobate, pavote, que la que ríe último, ríe mejor!”. Nadie trabajaba, ninguno podía concentrarse; la ponían en el altavoz. El dinero en juego era cada vez una suma mayor. Finalmente se oía: “¡Pero si seré Pavota! ¡Está desenchufado este coso de mierda!”. No solía decir malas palabras: el pozo quedaba vacante. Las risas se escuchaban hasta la terraza, hasta la calle. Los vecinos, que esperaban el resultado en la vereda, se arrancaban los pelos de pura desesperación, entre risas histéricas: Salinas entero había perdido masivamente sus apuestas.
La semana anterior a la tragedia, un empleado nuevo, audaz, jovencito, pegó un post-it en el tapado de Lidia. Les guiñó un ojo a todos, compenetrado con su broma. Los empleados antiguos se horrorizaron con regocijo ante el atrevimiento del cadete. “Irrespetuoso”, “Maleducado”, encontraron eco por los pasillos y se desparramaron por la ventana. Esa tarde se hizo eterna hasta que finalmente, Lidia se marchó dejando tras de sí un cortejo de miradas burlonas, que habían esperado su paso para leer el cartel. Las risas se escucharon hasta en la iglesia: el sacerdote, líder respetadísimo en el pueblo, participaba en las inocentes apuestas. El policía de la cuadra me contó que quedó riéndose solo durante toda la noche y la mañana siguiente, al recordarlo. “Soy la Hija de la Pavota”, decía claramente el cartelito. Lidia no lo vio, no se enteró: el cadete juntó más dinero que nunca recaudando el botín. Así como lo pegó, despegó el post-it, impunemente. Lidia, como siempre, no escuchaba, no se daba cuenta. No sólo apostaban sobre qué diría, sino también sobre su estupidez.
El día que cambiaron las cosas, nadie pudo evitar lamentar no haber descubierto antes su otra peculiaridad. La broma esa mañana iba a ser espectacular: el jefe había modificado la cafetera para que hiciera un cortocircuito y Lidia se llevara un buen susto. Salió mal, como suele pasar con esas cosas: el corto se produjo antes de que Lidia llegara y comenzó un incendio. Todos estaban adentro, acechando, encerrados en la salita contigua a la cocina, reprimiendo grititos, aguardando el resultado de la broma. Hasta el cadete estaba: había salido una hora antes de su casa para no perderse los gritos que daría la mujer cuando el artefacto explotara entre sus manos. Su apuesta decía que Lidia exclamaría: “¡Si seré Pavota!”. La de Mario: “¿Pero este coso qué se piensa? ¿que soy la hija de la Pavota?”. Gente de pueblo, que creía divertirse sana e inocentemente. Gente pavota. Esa mañana, el que ganara las apuestas se haría dueño de una pequeña fortuna.
Cuando Lidia bajó del colectivo, el edificio estaba en llamas y se escuchaban los gritos desaforados, unificados, aunados, de sus compañeros de trabajo quemándose. En ese momento sucedió lo imprevisto: abrió una boca muy grande, desmesurada, y desde lo más profundo de sus entrañas, como si fuera un vómito ancestral, se le desgarró una carcajada nítida, aguda, siniestra, tan espeluznante que provocó un pequeño silencio en el caos. Mientras morían, adentro de la oficina más de uno pensó que era una pena no haberla escuchado reír antes: hubiera sido más fácil hacerle cosquillas, por ejemplo, que molestarla. Cuando los bomberos llegaron, hubo poco que hacer. Tuvieron que superar el estremecimiento: era un cuadro dantesco… centenares de personas se agolpaban para mirar a Lidia, parada entre las llamas, presa de una risa diabólica que no cesó hasta mucho después de que todo quedó reducido a cenizas, a silencio, a ruina.
La tragedia pavota dio que hablar durante pocos días. La gente se preguntó que pasó con Lidia cuando el tema se agotó, aburrida por la rutina diaria. Meses después, de casualidad, se enteraron de su partida a Buenos Aires, de su trabajo allá, en otra oficina. Hubo quien pensó en averiguar, en inventar algún plan para que la mujer regresara y continuar con las bromas y las apuestas. Afortunadamente, el sacerdote del pueblo advirtió públicamente que la mujer quizás estuviese poseída por un demonio que se reía; en fin, maldita. “Ah”, dijeron  todos al enterarse. El mismo respetado líder señaló que había notado que uno de los monaguillos tenía el poder de predecir el tiempo, porque llevaba con inusitado acierto un paraguas en ocasiones de lluvia inesperada. Se podía apostar con eso. A los diez minutos de escuchada esa frase, se olvidaron de Lidia para siempre.

El Chirimbolito de la Galaxia

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27.  El Chirimbolito de la Galaxia


Toulouse-Lautrec  "Miss Dolly"


Conversación entre dos señoras gordas, blondas a la fuerza, cargadas de bijou, años y  perfume a jabón Heno de Pravia. Viajan sentadas en el primer asiento de un colectivo. Las oigo a pesar de la música que brota de mis auriculares, así que decido escuchar desfachatadamente y me los quito: 
 _ Llevamos veinte minutos acá y no parás con el chirimbolito ese…
_ No te quejes, Beba, que estoy juntando la mejor data. Y no es un chirimbolito, es un Samsung de la Galaxia, o algo así, lo último, regalo del Día de la Madre.
_ Mirá vos, de la Galaxia y de los ocho cuartos, me aburro como una ostra, pasame la data por lo menos…
_ ¡No me digas que no te enteraste de lo que le pasó a la hija de Marisa! ¡Estoy chateando con ella por face y no se puede creer!
_  Buena mandarina, ésa. ¿Qué hizo?
_ Tuvo un caso de inseguridad.
_ ¡No te digo! ¿Atacó a alguien? Siempre me pareció peligrosa esa chica, si tiene más espalda que Rubén Peucelle, que en paz descanse …
_ No, Beba, no, fue ella la víctima del caso…
_  Obvio, eso le iba a pasar cualquier día, ¿no viste cómo anda vestida, la mosquita muerta?
_ No sé, siempre la veo pasar con el uniforme de la salita donde  trabaja… Usa esa ropa de médico que es parecida a una bata. ¿Vos cómo la viste?
_ Yo hace como diez años que no la veo, pero no hace falta porque las chicas del club me mantienen al tanto de todo. No sé cómo hacen, pero siempre tienen la mejor data. ¿Me estás hablando de la que es morochita, parecidita a un mono tití? Seguro que usa la bata ajustada. Hoy las chicas jovencitas andan con la ropa interior toda marcada para provocar… ¿Y a qué hora fue el caso?
_ Iba a las 5:30 a tomar el colectivo, para ir a la salita. Me dice Marisa que está haciendo las prácticas de la Facultad, que le falta poco para recibirse y trabaja, pero no cobra plata. Y ahí, en la parada, tuvo el caso cuando se le apareció un tipo.
_ ¡5:30! ¡Pero si es de noche todavía! Las mujeres decentes no deberían andar a esas horas por la calle, ¡dan lugar a malentendidos! Todo el mundo sabe que los hombres salen de los bares y ¿qué van a pensar si la ven a una? ¿eh? ¡Que UNA, es una cualquiera! Yo siempre dije que Marisa no sabe cómo criar a una chica como Dios manda, no es culpa de ella que le haya salido tan fea sino de la familia del marido… Además, es un horror que trabaje gratis. No está escuchando ahora por el chirimbolito, ¿no?
_ Pero no, Beba, el chat es sin audio si no querés… Es por la Facultad…
_ Menos mal. No, digo que es un horror, porque si todo el mundo trabajara gratis, ¿qué sería de los que trabajamos por sueldo? ¿eh? ¡Seríamos comunistas! Igualita a la madre, salió esa chica, bien que a Marisa le gustaban los bares en sus años mozos, y nadie puede negar que le gustaba lo hippie. ¿Tampoco nos puede ver por el chirimbolito de la galaxia?
_ Era un miércoles, qué bares decís, si por la casa de Marisa es puro campo y vacas… No, no se ve, si no puse la camarita, Beba… pero pará que me fijo por las dudas.
_ Peor, entonces, le pasó por andar con los hombres campesinos: andaban necesitados de diversión y la vieron en batita ajustada con la ropa interior de hilo dental y seguro se le tiraron encima a pesar de la espalda del Ancho de Titanes en el Ring y el Planeta de los Simios.
_¿Vos estás bien de la cabeza, Beba? Pará un poquito con la perolata, estás hablando de cosas que no pasaron: la nena estaba ahí, yendo a hacer las prácticas, hacía un frío de morirse y creo que hasta un poncho se había puesto, acá se ve una foto. Me dice Marisa que en la parada del colectivo se le apareció un tipo solo, no varios, UNO, ¿entendés?
_ Con intenciones non sanctas.
_ Al parecer quería robarle la mochila, pero nunca se sabe. La chica es cinturón negro de judo. ¿Te acordás que cuando era chiquita Marisa nos invitaba a las entregas de las medallas? Una agrandada, siempre le gustó ostentar. Cuando la hija se reciba de médica no la va a a aguantar nadie. Le dio una biaba al tipo que no va a olvidar fácilmente. Recién me pasó el parte médico: Le fracturó la mandíbula, un brazo, la tibia y el peroné. Y le dio tantas patadas en el quetejedi que supongo que se le van a ir las ganas de hacerse el machito por muchos años.
_ Yo siempre dije que Marisa crió a esa chica como a una marimacho. Judo, medicina… todas cosas que no corresponden a las señoritas. ¿Vos viste cómo anda vestida?
_ Sí, la verdad es que la bata de médica no la favorece … parece una bolsa de papas. Y lo de la espalda ancha … a qué negarlo, tampoco es muy femenino que digamos.
_ Habrase visto, a las patadas en la calle… ¿habrá hecho el juramento Hipocrático ya? Si lo hizo y anda lastimando a la pobre gente, es una vergüenza eso también, una vergüenza… Preguntale, dale, a ver si lo hizo. Habría que denunciar a la gente así. Ésa no consigue un novio ni que se cumpla lo del roto para el descosido, pobre Marisa, que espere sentada que le lleguen los nietos…
_ ¡Cuánta razón tenés!  El mundo está patas arriba, Beba, cuánta violencia, no sé a dónde vamos a ir a parar.
_ Acá, si ésta es nuestra parada…
_ Vos siempre tan ocurrente, amiga. (Ríen las dos) Qué sería de mí sin tu buen humor y tu chispa. Bajemos, dale, tocá timbre.
_ Dorame la píldora, dale. Bien que me dejás sola cuando te ponés con tu novio el chirimbolito … (Se pone de pie y toca el timbre) Tendríamos que ir a visitarla, a Marisa. Digo, por lo que le pasó a la nena, para no quedar mal. Imaginate cómo nos sacarían el cuero si se enteran en el club de que supimos lo del caso de inseguridad y no fuimos ni siquiera a cebarle unos mates…
_ Cuando tenés razón, tenés razón, Beba. Las chicas del club son terribles cuando le dan a la lengua, si yo digo que si se muerde una cae envenenada en el momento… Pura maledicencia. Hay que andar con cuatro ojos con la gente…
_ ¡Y cuatro oídos, Beba! Dale, bajá. Vamos hoy, así nos enteramos de los detalles y tenemos algo para contar a esa manga de chismosas…Qué data ni qué lata… Ahora que el chirimbolito de la Galaxia nos da la data no pueden competir.  (El colectivo se detiene. Baja en primer lugar, Beba. Cuando está por bajar la segunda señora, el colectivo parece moverse levemente. Las mujeres gritan, dirigiéndose al colectivero) ¡Pare!, ¡Espere, chofer! ¿No ve que baja una señora mayor? ¿No tiene madre?  
_ ¡No hay respeto, no hay consideración!¡La juventud está perdida!
(Beba, ya en la vereda,  toma de la manga a su amiga, tironea, y finalmente quedan las dos en la calle. La puerta del colectivo se cierra y arranca, mientras las dos señoras se toman del brazo y continúan su sabroso diálogo, perdiéndose entre la multitud. Decepcionada, me vuelvo a colocar los auriculares y sigo pensando en mis cosas.) 

martes, 24 de noviembre de 2015

A la espera de mejoras

Se termina la gestión de Nora de Lucía en la provincia. Aquellos que seguimos dentro de las escuelas estaremos aguardando cambios drásticos que solucionen la larga lista de problemas que a lo largo de esta gestión que finaliza se han hecho públicos y notorios.
190 días de clase. Salarios. IOMA. Se preguntarán qué se necesita cambiar además de eso para que mejore la calidad de la educación que reciben nuestros chicos. Yo me lo pregunto todos los días.
En primer lugar, deberíamos ponernos de acuerdo como sociedad para enseñar en el seno de las familias que lo que sucede adentro de las escuelas es importante. Preparar a los papás y mamás para, desde el vamos, considerar a los docentes de sus hijos como colaboradores para realizar un trabajo en equipo. Si seguimos diciéndoles a los chicos que nacieron sabiéndolo todo y que nada de lo que les enseñen en el colegio sirve para nada, seguiremos estando mal. Porque estamos mal. Ya a esta altura, es chocolate por la noticia.
En segundo lugar, deberíamos exigirle a los nuevos gobernantes que los edificios donde trabajaremos brindando educación formal durante 2016 estén en condiciones. No es cierto que cualquier espacio pueda ser un aula. No es cierto que se pueda explicar bien algo a los alumnos dentro de un comedor, en un pasillo, en un lugar inundado, agujereado o contaminado. Los resultados están a la vista.
Otra cosa que necesitamos urgentemente es silenciar el ruido. Las interferencias, el desastre que proviene de afuera de donde debemos trabajar y el que proviene de adentro. No se puede enseñar ni aprender correctamente en un lugar donde todos gritan. Se necesita un "shhhhhhh" generalizado, cantar "La lechuza, la lechuza" o algo por el estilo, apagar celulares, jueguitos, guardar los auriculares. Se necesita un sistema efectivo para mejorar la convivencia dentro de las escuelas y detener el bullicio improductivo porque a lo único que conduce es al simulacro y al fracaso de cualquier proyecto pedagógico.
Necesitamos comenzar bien.
Va a ser difícil, pero... ¿y si sucede? ¿Y si pasa el año que viene o en los próximos años?
Me pregunto qué haremos una vez que consigamos que los alumnos se comporten como alumnos, que estén en un silencio expectante, atentos al tema que se viene, concentrados para comprender la consigna que vendrá... ¿qué necesitaremos?
Necesitamos docentes preparados, que sepan mucho acerca de su disciplina y acerca de cómo enseñarla. Urge preparar docentes así, porque una vez conseguido el respeto, resignificada y dignificada la figura del docente, se debe mantener y merecer esa significancia y respeto.
Continúo especulando. Una vez que tengamos todo eso, docentes con la clase planificada y preparada, alumnos preparados para escuchar, entender y aprender, edificios dignos y el silencio, orden y armonía necesarios... ¿será suficiente?
No creo: tendremos que revisar qué enseñaremos. Si corresponde, es pertinente, es útil, para qué y por qué necesitamos cada contenido; si está bien enseñar lo mismo a cualquier grupo de alumnos, en cualquier escuela, dentro de cualquier heterogeneidad y diversidad. La cantidad de horas, los horarios de ingreso, de egreso, los recreos. Pensar nuevamente qué y cómo se evalúa, cómo se expresan los resultados obtenidos mediante las planillas de calificaciones y cómo deberíamos hacerlo para mejorar.
Releo y sonrío. Es dificilísimo conseguir lo que quiero. Sin embargo, es tan simple. Se reduce a mi esperanza de poder entrar dentro de mis aulas y que los alumnos estén ahí y me saluden. A mis anhelos de poder, luego del "buenos días", "buenas tardes" o "buenas noches", decir algo como "Hoy vamos a..." y poder comenzar la clase que preparé con esmero interactuando con alumnos que dialoguen conmigo y entre sí para poder construir un aprendizaje verdadero y significativo.
Sé que es mucho pedir, pero resignarme con cómo estamos no va con mi esencia ni con la de la mayoría de los docentes. Somos pedigüeños, soñadores, esperanzados y testarudos: queremos que nuestros alumnos aprendan, a pesar de todo y en contra de todas las adversidades. Espero que el 2016 me sorprenda (nos sorprenda) con mejoras dentro de las escuelas, que es donde estaremos trabajando, como siempre.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Wasapeame la papariola

26. Wasapeame la papariola



El siguiente texto es una adaptación de una conversación por chat. Se han reemplazado palabras y símbolos con el fin de volverla inteligible. Los nombres de sus protagonistas se mantendrán en reserva, porque son menores de edad. 
_ Hola
_¿Quién sos?
_ ¿Vos, quién sos?
 _ Ése es mi número de teléfono, tenés mi celular, ¿quién sos? 
_ Y quién voy a ser, gatoooo.
_ ¿Cómo supiste este número? ¿Cómo que “quién voy a ser”? Gato tu vieja, loco, ¿quién sos?
_ Eeeeh, no agredas, gato. Quién voy a ser, pibe, soy el de la semana pasada, el que te sacó el celular. Tengo algunas preguntas.
_ ¡No me jodas! ¿Quién sos? Yo necesito ese celular de nuevo, mis viejos pasaron como un año ahorrando para comprármelo y todavía no les dije que me lo chorearon…
_ Nene, cómo no le vas a avisar a tus viejos, sos un inconciente. un papariola… ¿no ves que tengo la agenda completa acá? Para agravar la cosa, pusiste “Mami”, “Papi”, “Tía Pochi” en los números… si sos un nenito de mamá, gatoooo, estás regaladísimo para el choreo. Tenés que ser más cuidadoso en estos tiempos que corren. Aparte, tenés una cara…
_ ¿Cara de qué, tengo? ¡Encima que me choreás me tengo que comer que me vengas a descansar! Si sos el chorro, ¿para qué me mandás mensajes? No me molestes más.
_ Es que tengo unas preguntas, no te calentés, disculpame. Tenés unas minas en unos grupos de wasap que tienen unas fotos que están para partirlas, pero llamo o hablo y no contesta ninguna. Y eso que se la pasan hablando, las cotorras, y dicen cada cosa que ando como loco todo el día y no puedo dormir.
_ Ahhh, sí, no te van a dar bola. A mí tampoco, ellas se hacen las caretitas y se la pasan hablando entre ellas. No saben que me llegan las actualizaciones del grupo, yo me puse ahí escondido para…
_ Gatooo, para aprender de minas, obvio. Si son más jodidas que entender el predicativo subjetivo obligatorio.
_ Pará de decirme gato, chabón. ¿Y vos qué sabés del predicativo subjetivo obligatorio? ¿Me estás siguiendo?
_ Nada que ver, lince, eso es lo que está explicando la mina de Lengua desde hace como un mes, y lo leo en el pizarrón. Pero yo no le doy cabida, ni idea de qué es eso, con qué se come ni para qué sirve, jajaja. ¿Las minas son de tu escuela?
_ Pero si yo estoy con el mismo tema en Lengua… ¿Estás en la escuela?
_ Sí, ¿por?
_ No sé, pensé que los chorros no iban a la escuela. ¿Y cómo hacés para usar el celular en clase? ¿Te dejan?
 _ Sí, no pasa nada. Acá el director dice que somos de la generación digital, o alguna gilada así, y nos deja usar la tecnología cuando se nos canta. Así que es una joda, los profesores están bla bla bla y nosotros en cualquiera, jajaja, así se hace más liviano el año. ¿A qué escuela vas?
-¿Vos te pensás que soy tan pantufla para decirte a dónde voy y de dónde son las minas? Si sos un chorro, chabón, ¡das miedo!
_ Cara de pantufla papariola, tenés, con perdón… Si no, no te hubiera arrebatado tan fácil. Venías con los auriculares puestos, reeeeeeeeee colgado en tu mundo…
_ Es que una de las minas de ahí me tiene mal. No puedo parar de pensar en ella y no me da cabida… ¿Me devolverías mi celular? Me harías un favor grande, porque mis viejos no me pueden comprar otro y estoy usando el de un amigo que me hizo la segunda ahora…
_ Sí, ya sé, el Torreja.
_ ¿Y cómo sabés?
_ No te digo, gatito, que tenés todo puesto con inocencia en la agenda…
_ Vos la tenés clara, chabón, más que chorro deberías dedicarte a investigar, o cosas así. ¿Te falta mucho para terminar la escuela?
_ Naaa, poco. Voy a entrar para Policía, viste, yo creo que tengo condiciones para detective o algo así. Además, podés usar fierro…
_ ¿Y mi celular? ¿Cómo podemos hacer?
_ Sos simpático, papariola. Mirá, vos me entregás una de estas minas, o dos, y yo te lo dejo a 500…
_ ¿Vos estás loco?
 _ Aunque sea decime a qué escuela van, nene, si no les voy a hacer nada… 
_ No tengo 500.
_ ¿Y tardaste media hora para decirme eso?
_ Es que estaba alimentando al Pou del Torreja. A mí no me dejan usar el celular en clase. Si te ven con el coso, te lo sacan y se lo dan al director, y tus viejos tienen que venir a retirarlo. Y el Torreja me asesina si pasa, porque es de él.
_ Sí, ya sé, acordate de que yo empecé esta conversación. Bueno, a ver, ¿a 200 alcanzás?
_ Sí. En un par de días.
_ Bueno. Pasá por el quiosco de la esquina de la General Paz, adonde te arrebaté, y preguntá si Manteca, que es mi nombre de fantasía,  te dejó un sobre. Dale la guita, y te devuelvo el celular adentro del paquete. Cortesía mía, porque me caés bien a pesar de ser medio papariola. 
_ Papariola, gato, lince, pará chabón, encima vos sos chorro y yo no te digo nada. Bueno, dale, quedamos así. Sonó el timbre así que me voy al recreo y en los pasillos no puedo sacar el celular porque me ven y me lo sacan, ya te dije. La profesora que tenía recién a veces se hace la que no nos ve y no dice nada, es re copada… odia a la directora o algo así y hace todo al revés de lo que le dicen, no sabés qué bueno que está, no enseña nada. Ella también está buena. Paso pasado mañana, quedamos así, listo.
 _ ¿Y las minas?
_ Metete en facebook y fijate “La Rubia renegada del  Oeste en éxtasis”. Con encontrar a ésa, ya tenés la pista de todas. Chau, suerte.
_ Acordate de mis consejos, no ando avivando giles por la vida. Así no te vuelven a chorear. 
_ Sí, dale. Gracias por todo, chabón. Chau.
_ Chau.

Doble mensaje (destinado a Niña Virginal e Inocente)

25. Doble mensaje (destinado a Niña Virginal e Inocente)

Fantasía en un acto




Suena el timbre del recreo, en una escuela cualquiera. Repentinamente, el ambiente se carga del ruido ensordecedor de la niñez. Niña virginal e inocente sale de un aula y se encuentra con Psicopedagoga, que estaba esperándola.   
 Psicopedagoga_ Me dijo tu profesora de Construcción de la Ciudadanía que querías conversar conmigo…
Caminan juntas hacia un banco situado bajo un árbol. Es el patio de la escuela y es recreo: un conjunto de niños y niñas corre, grita, juega, durante el transcurso de la escena. 
 Niña virginal e inocente_ Quiero saber si es normal que me sienta confundida.
 Psicopedagoga_ ¿Confundida sobre…?
Niña virginal e inocente_  No sé qué hacer para sentirme bien.
Psicopedagoga_ (Comienza a hablar automáticamente, como si recitara un discurso muchas veces repetido de memoria. Pronuncia las frases individualmente, como si leyera clichés en algún almanaque invisible) Sos hermosa. Aprendé a conocer quién sos, por dentro y por fuera. Apreciate, hacete amiga de vos misma. No hace falta que te modifiques superficialmente para agradar a los demás. Si te ves fea, huraña, desolada, preguntate por qué, qué te pasa, sumergite en tus pensamientos, buceá un tiempo ahí adentro y apoyá tus pies, tomá envión y resurgí, radiante, plena de la satisfacción que da el conocimiento de uno mismo.
 Voces entremezcladas que provienen del resto del mundo_ Tenés que ser hermosa.Siempre. Mirate al espejo, modificateoperate, teñite, maquillate, agujereate, depilate,perfumate, desodorizate, mutilate, estirate. Jamás envejezcas: convertí tus doce años en diecisiete y quedate así para siempre.
Psicoedagoga_ Sos una persona: las personas somos complejas.  Por afuera tenemos canas, arrugas, estrías, celulitis, asimetrías, granos, lunares, pecas, manchas. Por adentro también: sentimos celos, envidia, culpa, vergüenza, desazón, angustia, miedo, furia. No podemos impedir esos sentimientos; sí podemos aprender a reconocerlos para atenuarlos, manejarlos, superarlos.
 Voces entremezcladas que provienen del resto del mundo_ No engordes. Sé flaca, tersa, la piel sobre el hueso. No comas. Sonreí. Tenés que agradar a los hombres. Sé heterosexual. No seas virgen. Las tontas son vírgenes, es una vergüenza serlo. Tené sexo. Vestite de forma sexy. Arreglate, siempre. Disimulá
Psicopedagoga_ (Repentinamente cambia el monótono discurso y se enciende, se apasiona, gesticula al hablar. Ese cambio sobresalta a Niña virginal e inocente, que se aleja un poco de Psicopedagoga) Sos una señorita ya. Es natural que te sientas confundida: estás en pleno aprendizaje acerca de quién sos y cómo sos, y eso lleva tiempo. Comé bien: estás creciendo. Cuidá cada parte de cuerpo, por dentro y por fuera.
 Voces entremezcladas que provienen del resto del mundo_ Tomá alcohol.  Las chicas que con poco se emborrachan no tienen cultura alcohólica y no son divertidas. Sé divertida. Fumá; es moderno y cool. Las audaces y atrevidas experimentan todo: participá en lo desconocido, arriesgate. Mentile a tus viejos, a tus familiares, a tus profesores.
Psicopedagoga_ Tu cuerpo está cambiando y preparándose para que en el futuro, si lo decidís y lo deseás, puedas ser madre. Hay mujeres que sienten ese deseo en forma tardía, hay mujeres que no lo desean nunca. Por eso es importante conocerse primero, antes de dar ese gran paso. Cuidate mucho: tener sexo involucra tu cuerpo, tu salud, tus emociones. Vos sos la dueña de todo eso: no te apures. No tiene nada de malo que sientas temor: es un gran paso el que vas a dar el día que decidas iniciar esa etapa, así que está bien que pienses cómo querés que sea, con quién, dónde, cuándo, con qué recaudos. Hablá con tus padres y con tu doctor o con tu doctora. Preguntá todo lo que necesites saber
.Voces entremezcladas que provienen del resto del mundo_ ¿Ya te dijimos que no pienses? Da trabajo pensar… Sé emocional.
Psicopedagoga_ Ser mujer no quiere decir que hay que obedecer mandatos: esos mensajes que nos meten en la cabeza vienen de afuera. Si vas a elegir llevar una vida en pareja, pueden llegar a acuerdos para organizarse con lo que significa llevar adelante una casa y sus tareas. Si vas a elegir tener hijos, entre los dos los pueden criar del mismo modo. Repartirse las responsabilidades hace que todo funcione mejor. Si vas a elegir estar sola, también es correcto.
 Voces entremezcladas que provienen del resto del mundo_ No estudies: las chicas sabiondas son despreciables. Exigí tecnología, participá en las redes sociales, exponete, sacate fotos provocativas haciendo trompita, pero hasta ahí: sé astuta haciendo eso. Dejate llevar: no te va a pasar nada malo. Total… ¿en qué consiste la vida de una chica? En divertirse y conseguir un hombre con plata que la haga feliz…
Psicopedagoga(Deja de gesticular y vuelve a adoptar el tono monótono anterior. Niña virginal e inocente la observa asombrada ) Estudiá, estudiá mucho. Elegí lo que quieras ser y hacer, ponete metas y trabajá para lograr alcanzarlas. No te desanimes ante los obstáculos: nada es muy fácil que digamos en esta vida. Leé, aprendé, sé curiosa, preguntá, investigá, divertite, tené amistades buenas y verdaderas, respetate y respetá a los demás. Recordá no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan a vos…
Voces entremezcladas que provienen del resto del mundo_ No pienses, da trabajo pensar…
Suena el timbre de finalización del recreo. Inmediatamente, los niños desaparecen del patio y las dos mujeres quedan solas en la escena, que por primera vez está en silencio.
 Psicopedagoga_ ¿Te vas a quedar pensando en lo que te dije?
Niña virginal e inocente no contesta. Suspira, se pone de pie y sale corriendo hacia su salón de clases. Psicopedagoga queda sola en escena, mirando hacia el lugar por donde se fue la chica, preocupada. Luego se encoge de hombros y se va. El patio queda solitario y en silencio.
TELÓN

Qué hacer en caso de pibe permeable o impermeable

23. Qué hacer en caso de pibe permeable o impermeable

Resultados aproximados para un primer estudio formal 

1. Adquisición de impermeabilidad 
 Obviamente, en caso de pibe impermeable, la culpa es de la madre (a esta altura todos sabemos que la madre tiene la culpa de todo, siempre). El pequeñín ha de haber sido consentido en demasía durante sus  años de lactante (y posteriores), y habrá escuchado e incorporado el siguiente mensaje reiteradamente: “Hacé lo que quieras”, acompañado de variadas gamas de: “Total, para qué lo vas a hacer”, “Dejá, no hagas nada que yo lo hago por vos”, “Vos sabés más que yo, para qué te voy a decir algo”, etc. 
 Una vez que el niño ha ingresado en la etapa escolar, el mensaje reiterado será más sofisticado: “No le hagas caso a nadie porque no saben nada”, “Vos avisame si alguien te molesta que voy y lo mato”, “Si te dice algo rompele la cara a patadas”, pueden ser ejemplos estándar. Con sólo sumar múltiples aparatos y una conexión a internet, la impermeabilidad ya incipiente se perfeccionará así hasta el extremo característico de los niños nacidos en este siglo.
NOTA: la no adquisición de la impermeabilidad no hace que el niño sea naturalmente permeable. Esa cualidad también desvela a los estudiosos, que la analizan desde el inicio de la humanidad. Curiosamente, muchos atribuyen al desempeño de la madre de la criatura su aparición, cultivo y desarrollo, especialmente las autoras de corrientes feministas. 
Las estadísticas brindadas por el doctorando José Garmín indican que no hay diferencia en la adquisición de impermeabilidad en niños que carecen de madre. Tampoco tienen problemas en adquirirla los niños poseedores de madres que no les prestan la suficiente atención como para articular palabras para dirigirse a ellos. En esos casos, la impermeabilidad brota del contexto, ya que el niño se juntará con pares (en fiestas familiares, en el potrero, en la cola del supermercado, en el jardín o, finalmente, en la escuela) y ellos le transmitirán su cualidad trabajosamente adquirida en un santiamén.
Una observación fundamental del licenciado Garmín es que la necesidad de pertenecer al grupo es muy alta cuando los niños llegan a la preadolescencia y a la adolescencia. Por esa razón, será altísima la cantidad de jovencitos impermeables en esa etapa, ya que es vox populi que el estado permeable expone a las criaturas a diversos castigos, burlas y expresiones de asombro tanto en adultos como en pares.
Una característica del s.XXI es que la impermeabilidad es lo naturalizado como socialmente correcto. Es una marca distintiva de la época, que seguramente acarreará extensos e intensos estudios y análisis por parte de los intelectuales del mañana (si es que los hay, ya que para ser intelectual es necesario ser permeable).
2. ¿Es atributo de género la impermeabilidad?
El licenciado Garmín ha hecho público un estudio reciente que demuestra que tanto las niñas como los niños adquieren la impermeabilidad en forma constante, abundante y eficaz durante toda su infancia.
3. ¿Incide en la adquisición de la impermeabilidad la clase social?
No. Rotundamente. Todos los estudios indican que los niños nacen de la misma manera, con condiciones naturales para ser permeables. Si bien es cierto que los niños que nacen en la pobreza, al recibir muchas veces alimentación insuficiente, no quedan en igualdad de condiciones que los niños de clases más favorecidas, está comprobado que la gran mayoría puede adquirir con fluidez la impermeabilidad, sea rico o sea pobre, sin problemas. Por supuesto, adquirir la permeabilidad y comenzar a aprender demanda infinitamente más esfuerzo y trabajo constante, fuerza de voluntad, capacidad de autocrítica, perseverancia, valentía, curiosidad; todas estas cualidades extrañas en los tiempos que corren, independientemente a la clase social a la que uno pertenezca.
 4. Conclusión:¿Qué hacer?
En el caso de un niño/a, la impermeabilidad se puede romper o atenuar deteniendo el proceso de emisión de mensajes del tenor de los mencionados anteriormente. Si se le habla con afecto, se pasa tiempo con él, se lo rodea de materiales didácticos, música, libros, juegos de ingenio, películas, y se conversa y comparte con él variados momentos, la impermeabilidad se romperá definitivamente. Si el chico ya atravesó su adolescencia y desarrolló la impermeabilidad, ésta será irreversible en la mayoría de los casos.
4. 1. ¿Vale la pena seguir leyendo este texto?
Sí. Pero tenga en cuenta que mi opinión es parcial. Continúe. Sé que no es habitual para los lectores enfrentar textos extensos, por lo que pido disculpas.
 5. Cómo reconocer un niño/niña/adolescente/ permeable
Los estudiosos coinciden en que no existen estereotipos externos que permitan reconocer a los jóvenes permeables, a pesar de los esfuerzos que la televisión, las películas infantiles y los dibujitos animados hacen para presentarlos. Muchos confunden permeabilidad con ser “nerd”. Hay que tener en cuenta que el estereotipo del “nerd” ha caducado y pertenece al s XX, por lo que los “nerds” aún con vida han dejado hace rato de ser niños/niñas/adolescentes.
6. Características comunes que se pueden mencionar
Los chicos permeables suelen ser independientes y capaces de realizar solos la mayoría de las cosas. Su vestimenta se ajusta a la capacidad monetaria de la familia en que viven, ya que estos niños son capaces de comprender que sus padres no pueden comprarles determinadas ropas, o sí pueden.
 NOTA: Se ha notado que hay niños de alto grado de impermeabilidad, provenientes de familias humildes, que visten de modo que, si se vendiera una de sus prendas, se podría resolver el problema del hambre de alguna zona castigada de África. Eso demuestra que los padres de los niños impermeables son capaces de gastar lo que no tienen en satisfacer los caprichos de sus hijos. Los niños impermeables llegan al punto de no reconocer el daño que ocasionan con sus exigencias a la economía familiar, precisamente, porque son impermeables. Y no les importa, también por eso. 
 Los chicos permeables se muestran algo indiferentes al entorno, pero respetuosos. Suelen contar con un rico vocabulario y poseen la cualidad de la empatía, rarísima en la actualidad. Esta cualidad les permite darse cuenta si alguien de su entorno se siente mal, o si pasa algo, por eso a veces realizan preguntas en vías de extinción como: “¿Está usted bien hoy?” o “¿Necesitás algo?”
Suelen poder dibujar, tocar instrumentos musicales, crear poesías. Les gustan las mascotas.
Tienen la capacidad increíble de poder carecer de celular, o de no prenderlo durante muchas horas seguidas. No parecen necesitar internet ni aparato tecnológico alguno durante espacios temporales inauditos.
Los chicos permeables pueden leer libros, especialmente, de literatura. Esta increíble peculiaridad hace que sea fácil detectarlos, a pesar de que hagan esfuerzos por ocultarse por temor al escarnio público que acarrea no ser impermeable.  De la misma manera, estos niños pueden emitir juicios y fundamentarlos. Una persona alerta reconocerá de inmediato por la caligrafía (pueden escribir en cursiva), la cohesión, la coherencia y la corrección ortográfica un alumno permeable. El común de la gente creerá que el chico se ha copiado de alguien, o que alguien le ha realizado su texto, y lo felicitará ante la gala de impermeabilidad que ha hecho.
7. Conclusión: qué hacer en caso de chico/chica permeable
En generalno se necesita hacer nada. Así como la impermeabilidad es fácilmente reversible a edades tempranas, el estado contrario difícilmente se pueda cambiar. Un chico o una chica permeable sorteará más o menos hábilmente su escolaridad, elegirá una carrera acorde a su vocación y se desarrollará positivamente como persona. Lamentablemente, ser permeable no garantiza la felicidad, sólo la libertad. Así que si a usted le tocó ser permeable en el s XXI, o tener que lidiar con un chico así, sólo recurra a los libros, al deporte, a la naturaleza, al arte, al afecto y al amor. Con eso, será suficiente.

La Mola salió del clóset

22. La Mola salió del Clóset



Cuando la Mola pudo comprender la diferencia entre su cuerpo y lo que no lo era, la tragedia y la decadencia se habían desplomado sobre los Verdún. La tienda de antigüedades que los había colocado en el Club Social, en las fiestas de privilegio y en los mejores salones de Salinas, se cubrió de polvo, primero, y luego de la indignidad de la lata, el cacharro y la presunción de demencia. La abuela Verdún, viuda temprana, cuando la muerte se llevó a su única hija no pudo conservar el brillo de los bronces y abrió las bellas puertas ornamentadas a las excentricidades, primero, y luego (dicho francamente y sin eufemismos), a la baratija y a la basura. La colección de libros antiguos se fue mezclando con manuales del alumno bonaerense de sobados lomos, tocadiscos rotos desplazaron en los estantes a los cristales de Murano; había frascos con lombrices solitarias en formol, un feto con dos cabezas de dudosa autenticidad, vajilla descartable usada y mal lavada, muebles podridos, zapatos gastados y, finalmente, ropa vieja. Toneladas de prendas usadas, en valijas, en bolsas, en percheros abigarrados que formaban bloques impenetrables de telas harapientas y hediondas.
El olor pestilente de “El Clóset”, como rebautizara la abuela Verdún a la tienda, se hizo famoso. Para la Mola, que jamás salía de allí, era el único aire puro sobre la Tierra.
Cuando el lugar se convirtió en una sombra bizarra, la Mola tenía dos años. La abuela cerraba las persianas y permitía que la pequeña gateara sobre los fardos de la acumulación, entre bolitas de naftalina. La Mola se movía mientras la vieja mujer narraba la historia familiar de los Verdún, paso por paso, anécdotas del viaje desde Londres, las bodas, historias de dos hermanas, de la hija, del marido, todos muertos. El relato fragmentado se elevaba como mantra y rodeaba a la niñita, su única destinataria, la privilegiada, la heredera. La que escuchaba e imaginaba a sus ancestros, impregnándose de tal manera del espíritu de la senil ropavejera que, según los habitantes de Salinas, no hubo modo de que físicamente se convirtiera en otra cosa: una descomunal adolescente obesa, blandita, de cara redonda y colorada, melena flotante como copo de azúcar y manos rematadas en dedos como choricitos. Toda ella hedionda a naftalina, a usado y a viejo; toda ella a imagen, semejanza y tacto de “El Clóset”.
Los clientes invasores se sobresaltaban al doblar en algún recodo y toparse con la Mola, que leía encaramada sobre una pila de leños falsos. O cuando corrían el pesado cortinaje de un probador y la adivinaban arrebujada entre discos deformados por el tiempo, en el fondo de un bello espejo.
Como “El Clóset”, la Mola inspiraba repugnancia y fascinación. En Salinas, la Mola y su vivienda eran leyenda. La abuela la acariciaba y le susurraba que le traía suerte, que la clientela venía para ver a la bella heredera. Todos se preguntaban con un estremecimiento de regocijo morboso qué sucedería con la chica monstruosa cuando alguien tuviera el coraje de ponerle un punto final a la desagradable tienda.
Durante el velatorio de la abuela Verdú, la Mola se quedó en “El Clóset”. Ni el qué dirán ni el peinado que le hizo la farmacéutica pudieron arrancarla de ahí: la chica cerró las persianas y se escondió sabiendo que la iba a encontrar Magoya si ella no quería que la encontraran. Fue una noche memorable. Lloró a mares, a gritos, la muerte de su abuela loca. Pensó en el mundo exterior, en la calle, imaginó la tienda vacía de cosas. Reconstruyó en su mente, cuidadosamente, el relato familiar contado millares de veces por su abuela y protagonizado por los muertos imaginados, vestidos con la ropa de los percheros de “El Clóset”. Se preguntó qué haría ella en un mundo ajeno que parecía estar esperando que saliera para despreciarla. Se preguntó quién era realmente ella. Recordó el sector de las prendas de los Verdún: la tribuna de los parientes fantasmales. 
Se sorprendió al descubrir, después de toda una vida de deslizarse por la tienda, que no existían llaves ni cerraduras en las puertas. Bastó con encender la araña de caireles plásticos: ante ella estaba el perchero con el vestido de novia de la madre que no conoció, el de su abuela, el de la finada tía abuela Elvecia. Los treinta y siete tapados de piel pertenecientes a la bisabuela Verdú, exhalando olor a naftalina y anécdotas veleidosas, estremecidos de palpitación de rata y alimaña dormida. El gabán del abuelo, más allá. El perramus. Resonaron las palabras de la vieja loca: “Saber que este vestido fue de tu madre te demuestra algo importante: vos sos hija. Mirá este abrigo: fue de tu bisabuela. Te hace bisnieta”.
La Mola se desnudó por completo, absolutamente sola por primera vez en su vida. Tenía dieciocho años ya. Sacudió su copo de pelo, descolgó el primer abrigo, se lo puso. Lentamente al principio y luego desesperada, histéricamente, hundió la nariz, el pelo, los dedos, las piernas, se refregó y restregó contra la piel amarillenta del tapado que de repente se volvió cálido, dorado, lujoso, amigable… un hogar.
Ése fue el punto de partida. El inicio del principio. La noche clave. La Mola, enfundada en pieles, se sintió lista para salir de la tienda, para respirar el aire de los subtes, de los trenes, de las calles. Lista para “el afuera”. Fue al “afuera” al que más le costó, probablemente, adaptarse a la salida de la Mola.
La chica era un gigante peludo. Un oso con copete de azúcar, una nutria de pesadilla. En Salinas pusieron el grito en el cielo, pero no hubo nada que hacer: Manuela Verdú era mayor de edad y había leído a Freud, a Nietzche, a Lacan, a Sartre y vaya a saber a quién más. Apabullaba no sólo con su tamaño de gorila sino con sus argumentaciones. Aprobó todas las materias del secundario rindiendo libre y consiguió una beca en una universidad en el extranjero. Alquiló un subsuelo para su perchero de treinta y siete sacones y los respectivos fantasmas de la tribuna. Se paseó desnuda debajo de su cubierta de pieles durante inviernos y veranos por Salinas, por Buenos Aires, por Londres. Fue tan llamativa que logró que nadie la mirara, provocó tanto el qué dirán que nadie tuvo nada que decir.  
Es pediatra en su pueblo ahora. Así como fue hija y nieta, ahora es madre, es amiga, es compañera. Sigue sin usar otra ropa que sus abrigos. Continúa sin peinarse ni teñir el copo esponjado que tiene como cabello. Si en algún momento aciago extraña a su abuela, le basta con pasar los dedos por la piel que lleva sobre el cuerpo. Si en algún momento se siente sola, recorre el perchero que llama “tribuna fantasmal”, o toma un libro de su biblioteca. No es fácil ser una Verdú, asegura. A sus íntimos les confiesa que a veces sueña con sus parientes, que le susurran palabras cariñosas. “La soledad es no tener identidad, y no tener identidad es no tener herencia”, decía la abuela. Cuando recuerda esas palabras, la Mola sonríe a solas, a la nada, con sonrisa de bebé, mientras sueña con vacunas gratuitas para los niños pobres, con puertas sin cerraduras y con heroínas gordas y peludas que luchan contra lombrices solitarias y las encierran en frascos.  

Comentarios:
Juan sin miedo: Me manifiesto en contra del uso de pieles de animales, por ello estoy en contra de este cuento.
Blanquita (inició sesión en yahoo)Juan sin miedo, si se trata de un cuento, las pieles de los animales son imaginadas, entonces no hubo daño alguno.
Juan sin miedo: ¿Y qué te pensás, Blanquita? ¿Que los animales imaginados no sienten dolor? ¿Eh? ¿Sos obtusa, vos?
Vero:  Yo creo que Blanquita tiene razón, que si son inventados no sufren. Además, como es todo inventado (el abrigo y el animal), se puede imaginar que no sufre nadie porque, por ejemplo, se puede inventar que a un animal grandote se le viene el otoño y tiene que cambiar la piel y se la saca porque ya no le sirve y le sale otra. La que no le sirve la usan para hacer tapados, ¿ven? y así quedan todos contentos hasta el próximo otoño.
Blanquita: (inició sesión en yahoo): ¡Dale, me encanta tu propuesta! Pero que las pieles imaginadas sean sintéticas, y en colores. Y biodegradables.
Juan sin miedo: Bueno. Si es biodegradable, no hay daño posible. Mil disculpas por decirte obtusa.
Blanquita: (inició sesión en yahoo): Aceptadas. Igual un poco de razón tenés, capaz. Muy lindo, el cuento de los bichitos que cambian la piel en otoño.
Vero: ¡Totalmente! ¡Leer es lo más!