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sábado, 4 de octubre de 2008

Último momento: Los adolescentes tiene sexo... ¿y ahora qué hacemos?


El presente artículo no tiene como finalidad discutir si es correcto o incorrecto que los adolescentes practiquen el sexo: es un hecho concreto y real que lo hacen independientemente de lo que los padres y educadores queramos que suceda. Analizaré en estas líneas algunos aspectos que me parecen relevantes y destacables acerca de cómo practican el sexo los adolescentes y qué concepción de éste tienen en su imaginario colectivo.
Hasta hace pocos meses en Argentina los medios de comunicación se dedicaban a mostrar el arduo y dificultoso camino que fue abriéndose la ley de educación sexual que incorporaría el tema del sexo como contenido educativo obligatorio en la escuela en todos sus niveles. Grupos religiosos debatieron y cuestionaron la existencia de la necesidad de que los educadores dialogaran con los niños y adolescentes sobre sexualidad en el contexto escolar, objetando en general que únicamente los padres eran responsables de la educación sexual de sus hijos. Gente enardecida abogó por distorsionadas causas, confundió y mezcló educación sexual argumentando acerca de toda la gama existente entre los dos extremos: desde la mera información pseudo médica acerca de la prevención de embarazos, HIV y enfermedades venéreas hasta el aprendizaje de técnicas amatorias. Recuerdo haber leído panfletos acerca de que la educación sexual promovería la homosexualidad entre los jóvenes y advirtiendo sobre el advenimiento de una nueva Sodoma si se abordaba el tema en las escuelas.
La batalla, transmitida y difundida por los medios de comunicación, puso en evidencia la inmadurez y el tabú que en nuestra sociedad domina a los adultos cuando la temática sexual se refiere a los jóvenes y a los niños, al mismo tiempo que dejó expuesto el terrible doble discurso que esa sociedad en cuestión despliega rodeándolos de mensajes e imágenes cargadas de erotismo o de franca pornografía y negando el abordaje del diálogo sobre cualquier tema relacionado con ellas.
Actualmente los medios se dedican a mostrar escandalizados el nuevo fenómeno que, favorecido por los medios tecnológicos existentes, protagoniza la sexualidad adolescente: jovencitos de 12 o 13 años se filman practicando sexo oral o relaciones sexuales completas vestidos a medias con sus uniformes escolares, y suben los videos resultantes a páginas de Internet.
Decenas de especialistas mediáticos (televisivos psicopedagogos, psicólogos, licenciados y médicos que suelen aconsejar desde los paneles de diferentes programas) ocupan las pantallas y las páginas de diarios y revistas mesándose los cabellos ante el innegable hecho, intentando explicar, interpretar, recomendar al desconcertado público.
Utilizaré como ejemplo dos episodios que viví personalmente en una de las escuelas donde trabajo para plantear mis conclusiones sobre el tema:
. El año pasado, las chicas de un 7mo grado pidieron permiso un mes antes del acto del 11 de septiembre (conmemoración de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento) para preparar y llevar a cabo una coreografía a modo de espectáculo en honor a los maestros en su día (cabe destacar que los actos del día del maestro en general son de carácter festivo e informal).
Practicaron fuera del horario escolar y se mostraron entusiasmadísimas, pero cuando se descorrió el telón y comenzó la puesta en escena de la coreografía en cuestión, ante la mirada asombrada del alumnado, padres, maestros y profesores, la directora del establecimiento se abalanzó sobre el equipo de música para apagarlo, bajó a las chicas del escenario a grito pelado y tuvo una crisis de nervios en la dirección. Las nenas, vestidas con diminutas bikinis y cubiertas de brillantina, debieron ser retiradas por sus padres y fueron sancionadas con una suspensión cada una. No me voy a olvidar fácilmente de sus rostros desencajados por el asombro. “Pero profe, si no tuvimos intención de ofender, si no tiene nada de malo el reggaetón…”, me dijo entre lágrimas una de ellas.

Este año una de las alumnas, muy alta, poco agraciada y con enorme sobrepeso, comenzó a tener un repentino éxito entre sus pares masculinos. Hace unas semanas, asombrada (y feliz por su inserción en el grupo) la vi pasearse por un pasillo de la mano de un chico que yo suponía novio de una de mis alumnas más grandes y no resistí la tentación de preguntarle a ésta qué había pasado. Me contestó (transcribo sus palabras literalmente, las recuerdo perfectamente): “Es que la gorda traga, por eso la quieren todos ahora”.
Ambos episodios me parecen dignos ejemplos del mismo hecho: la adopción de modelos difundidos por la televisión y la publicidad de todo tipo que banalizan la sexualidad y proponen su ejercicio como medio para triunfar socialmente desvinculándola de cualquier función procreativa, del amor, del concepto de pareja o del de intimidad. En un artículo anterior me refería ya al estereotipo cosificado de mujer-objeto sexual que está difundiéndose en la actualidad como el perfil de la mujer deseable: chicas que se hacen famosas por haber tenido relaciones sexuales ocasionales con algún famoso y contar públicamente los detalles, chicas que aparecieron en videos caseros practicando sexo y consiguieron trabajo en los medios (o se casaron con astros de fútbol y son ostentosamente millonarias), chicas que hacen alarde de absoluta ignorancia rayana en la idiotez y muestran cuerpos desnudos y perfeccionados. Las chicas de 7mo grado de mi primer ejemplo imitaron la vestimenta y coreografía de un programa de televisión que hace 30 puntos de rating por las noches y que es repetido prácticamente por los programas y medios gráficos de la mañana y de la tarde; lo mismo que es alabado y repetido hasta el hartazgo como modelo exitoso y deseable fue ocasión de sanción, vergüenza y censura pública adentro de la escuela: ¿Por qué sucede esta escisión entre sociedad/escuela en forma tan natural si no tiene sentido? ¿Cómo explicarles a las apenadas niñas la reacción de la directora y de su público? ¿Lo inapropiado fue el contexto o es que eso que tiene 30 puntos de rating y la sociedad cosume con tanta fruición es algo inmoral e inaceptable en ningún contexto?
Con respecto a mi segundo ejemplo, el tema se hace igualmente dificultoso. ¿Qué se les debe decir a estos adolescentes rodeados de mensajes que les dicen que el sexo es una forma lícita y sencilla de obtener beneficios de cualquier tipo? ¿Es suficiente con una charla acerca de las enfermedades que se pueden contraer practicando el sexo oral sin preservativo? ¿Desde qué punto de vista abordar el tema de la promiscuidad sexual en un establecimiento escolar laico cuando se muestra en televisión que los famosos cambian de pareja minuto a minuto (o hace unos días, en el living de Susana, un remisero bígamo atendido como sheik por gemelas modelos describiendo su felicidad en el trío, musicalizados con el tema de “el dandy” y rodeados de aplausos y homenajes varios…)?
Los jovencitos del video en Internet que practicaron sexo oral usando sus uniformes escolares fueron sancionados con 25 amonestaciones y la obligación a asistir a “dos clases de taller sexual”. Yo me pregunto: ¿amonestaciones en calidad de qué transgresión? La escena ocurrió fuera de la escuela, “pero llevaban el uniforme con la insignia del establecimiento y se ve en el video”,aseveraba indignada la directora ante las cámaras. ¿Y por qué 25 y no 20 o 15 amonestaciones? ¿Y qué contenidos de un taller sobre educación sexual se les impartirán como “castigo”?
El tema es arduo y complejísimo de abordar, tanto desde la escuela como en el seno de las familias. Los adolescentes, con sus pantalones extraños y peinados que les tapan el rostro, se agrupan en shoppings, se enrolan en tribus urbanas, se sacan fotos y tienen fotologs, deambulan manipulando celulares sumergidos en la música de sus mp3, mp4, mp5, dialogan en cronolectos y jergas indescifrables para los adultos, adolecen, son sexualmente activos.
Me parece indispensable no eludir el tema cuando se transforma en un problema. La banalización de la sexualidad me parece mal, y culpo a los medios de comunicación masiva por haberla producido difundiendo estereotipos pervertidos y desvirtuados que presentan a la mujer como objeto y al sexo como método de obtención de beneficios económicos y sociales. Por supuesto, fallaron los padres por no dialogar con sus hijos sobre éste y otros temas, ya que si los adolescentes fueran espectadores/lectores/receptores críticos de esos mensajes podrían decodificarlos sin ser persuadidos y no serían peligrosos. Por lo tanto: falló la escuela y la culpo por no lograr formar decodificadores críticos de cualquier mensaje, por estar aislada de las problemáticas y realidades sociales, por no incorporar el contenido de los medios y de la actualidad a sus contenidos educativos (además de los contenidos sobre sexo que implementa la Ley de educación sexual, que, evidentemente, es necesaria bajo todo punto de vista); la culpo por permanecer anacrónica, y, por lo tanto, falible.
Este artículo plantea más interrogantes que soluciones, porque se limita sólo a identificar las causas de que suceda el fenómeno que estamos presenciando. Repito: no me refiero al hecho de si es correcto o no que suceda, me refiero al modo en que está sucediendo. Me parece distinto el tema de la exploración de sus cuerpos y sensaciones que pueden hacer los adolescentes (y que siempre hicieron por naturaleza humana). El tema que me ocupa es la reacción de la sociedad ante la exposición descarnada del hecho (recién ahora existe la posibilidad de filmar y difundir masivamente las imágenes en cuestión) y la distorsión del ejercicio de la sexualidad: aislados de la intimidad de una pareja, de los sentimientos románticos, de las caricias, la dulzura, los besos, los chicos y chicas de hoy practican el sexo intentando imitar modelos que reducen, por un lado, la sexualidad de la mujer poniéndola al servicio del hombre, y por el otro, la sexualidad como medio de conseguir algo… aunque lo que se consigan hasta el momento sean 25 amonestaciones.