PROYECTO PIBE LECTOR

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sábado, 31 de mayo de 2014

Madeja de palabras

Imagen tomada de internet


Un hermoso día de sol, cuando todo sea perfecto y las señales coincidan y hasta quizás haya visto algún arcoiris por ahí, voy a escribir finalmente la carta que inaugure el camino para buscarte. Cada mañana me hago la promesa de ser fuerte, pero se desvanece hacia el atardecer, y se pierde hacia la noche. Mi esperanza de dejar de ser yo y volver a ser nosotras me anima: nuestro amor por el Quijote y su baciyelmo, nuestro café, nuestros silencios, nuestra complicidad, nuestras sonrisas latiendo juntas, nuestra entidad inigualable. Quise dejar de ser humana y en apariencia lo logré, pero sé que estás ahí afuera, caminando con paquetes en las manos, metiéndote en la cama con la bolsa de agua caliente, quemándote levemente la punta de los dedos con la cafetera, con un libro en el regazo. Tus libros, siempre nuevos. Los míos, ajados y añejos. Las dos, vos allá y yo acá, tan sola yo, y vos allá, andá a saber. La única que no me preguntaría si ahora soy escritora. La única que, si lo deseara, entendería mis tejidos de palabras.

Un hermoso día de lluvia, con viento perfecto, cuando las aspas de los molinos de viento giren y una lluviecita transparente me congele la nariz, voy a darme cuenta de que me estás buscando. Voy a mirar hacia arriba y podré ver en el cielo el caballo raquítico, el escudo y los harapos, y me van a parecer galas. Pasan los años y entierro, pisoteo, ignoro la esperanza, pero brota y la mía es que hayas comprendido: que vos, la única, hayas logrado descifrar mis frasecitas, mis redes intrincadas, mis espantosos embrollos hechos de palabras y de lágrimas. Porque soy Asterión así, con laberinto y ovillo hecho de letras. Tomá, si aún es madeja, es para vos. Sé que es un pozo, y te doy miedo. Desenredalo. Encontrame.

Porque en tu hombro, yo finalmente lloraría.
Porque ante tus ojos, yo lograría volver en mí.
Porque te extraño y te necesito tanto, siempre, todos los días.
Porque eras imprescindible.
Mi fantasía, mi construcción abstracta, egoísta e imaginaria de la amistad.
Porque si volvieras a quererme, yo volvería a ser mujer y no minotauro.
O quizás no.

Quizás me haya gustado ser minotauro, la amistad sea un espejismo cruel y haya creado el cielo, el sol y las estrellas, y lo que sucede es, simplemente, que no lo recuerdo.


viernes, 30 de mayo de 2014

En la puerta de la escuela, el Paco espera



La primera vez que lo vio era un cachorrito; salía de una caja de cartón, debajo del banco de una plaza. Le pareció feo y defectuoso, rengo, con la panza desmesurada por los parásitos, perfecto. Dejó de mirar hacia adentro, interrumpió el monólogo interior miserable y odioso, se detuvo para ver al perro. Bastó con un chiflido. Juan Moreira lo miró, movió la cola, caminaron y crecieron juntos a partir de ese momento.

De niño se aferró a la rutina y al animal, su único amigo conocido. A todos les pareció que continuaría haciendo lo mismo; quizás una manera eficaz de afrontar una vida así, de hacer orden en el desorden. A las 12:55, el preadolescente hirsuto por dentro y por fuera, continuó cruzando la reja y entrando en la escuela. No le hacía falta cerciorarse: Juan Moreira permanecería allí, sentado, firme, guarecido bajo el improvisado techito formado por la cornisa del piso de arriba. Desde aquel chiflido ya añoso, con lluvia, nieve, frío o calor (los chicos así jamás faltan a la escuela), el perro espera pacientemente junto a la reja la salida de su dueño. Recibió algunas patadas al principio, pero fueron pocas. La portera del jardín (una señora robusta y con fama de pícara), lo bautizó "Paco",y comenzó a traerle las sobras de sus comidas. El portero de la primaria le puso un cacharro roto, con agua. Cuando el  invierno se puso fiero, la seño Soledad le llevó un pullóver viejo, de su papá. La rutina del chico se bifurcó y pautó la rutina del perro, que fue Juan Moreira durante casi todo el día excepto ante la reja, donde era el Paco, para la malicia de algunos y la indiferencia de casi todos.

 El día que ocupa este relato, rompió para siempre la dupla cotidiana. Empieza como siempre: 17:15 suena el timbre y el perro se estira, atento, expectante. Salen todos y al final, se oye el chiflido. Aparece  el dueño, huraño, ceñudo. Caminan juntos, pero separados ( las costillas de Juan Moreira saben lo que sucederá si se acerca demasiado en público, pero ignoran que este momento siginifica el comienzo del final de la cadena). Los pasos se sincronizan, como su relación, simple y compleja. Son veintisiete cuadras, sin abrigo ni paraguas. Manos en los bolsillos, auriculares, el monólogo interior de dientes apretados, ininterrumpido. Ojos sin ojos. Cara gris. Juan Moreira presiente a las 17:43 que sus vidas cambiarán para siempre. Se niega a admitirlo, sacude la cabeza: está bien así. A Juan Moreira, las apariencias de la luz del sol bajando sobre los árboles y el viento frío no lo engañan. Presiente que, tras la reja misteriosa que le veda el paso, ese día su dueño ha cometido un error que les costará caro. Tensos, llegan a la esquina última. El chico saca las manos de sus bolsillos, convertidas en puños. El perro reconoce a dos chicos de la escuela, en actitud de espera. Abre la boca para ladrarles, pero la mano de su dueño detiene el sonido de su voz y, resignado, se sienta a unos pasos, guardando distancia. Ve que uno de los otros blande un cuchillito, que lanza un reflejo que encandila. Ve cómo su dueño mete nuevamente la mano en su bolsillo y saca algo indefinido, oloroso, en una bolsita. La bolsita cambia de manos, pero el cuchillito refulgente no desaparece en un bolsillo, sino en la espalda de su amigo, que gira convertido en niño (qué extraño, es la cara que tenía cuando soñaba pesadillas y lo abrazaba y lo besaba en las noches estrepitosas de esa infancia sobresaltada de gritos, frío, hambre y cosas rotas) y cae de rodillas ante él, como en un rezo. Juan Moreira no sabe lo que es un rezo. No entiende por qué lo patean los policías, cuando llegan, y lo arrancan de los brazos de su dueño, que se ha transformado en muñeco. No entiende por qué el chico no le hace la acostumbrada seña con la mano, cuando lo suben al estruendoso auto. No entiende por qué, para las miradas de la portera del jardín, del portero de la primaria y de la seño Soledad,  no vuelve a significar perro, sino metáfora. Ya no vuelve a su casa, se queda esperando frente a la reja.  No entiende por qué, si existen las 12:55 y las 17:15, en un continuado día que al final es todos los días, no ha vuelto aún a escuchar el esperado chiflido.

domingo, 25 de mayo de 2014

6. Chica Cutting

Ilustracion: Aylén Giraudo

Se hace llamar Yanet. Se enoja cuando al pasar lista, al completar una ficha, al entregarle el documento, alguien dice en voz alta "María del Carmen". Y los que la conocen, evitan padecer sus enojos.

Dice que tiene más de sesenta mil seguidores en twitter. Dice que tiene su propio canal en youtube, con ochenta mil suscriptores. Que su último video (tres minutos de su cabello agitado por el viento, filmado desde la ventanilla del tren), fue reproducido miles de veces en pocas horas. Aclara que no utiliza el facebook, que sólo administra su fan page allí... y que atesora  decenas de miles de "me gusta".

No dibuja bien. No canta, no baila, no actúa. No dice, ni hace, cosas interesantes. No escribe, prácticamente, porque se avergüenza de sus faltas de ortografía. Si alguien le pregunta por qué dice que la siguen tantos desconocidos, ella contesta que no sabe, que será porque no tienen algo mejor que hacer.

Yanet no parece interesada en nada y, generalmente, no emite palabra, excepto cuando le preguntan sobre ella misma. Puede pasar horas describiendo su pelo, sus uñas, los zapatos que consiguió o la infección que le provocó el piercing de su ombligo. A veces menciona un novio secreto, que al parecer tiene algún tipo de compromiso previo, con el que piensa formar una gran familia y viajar por el mundo "para disfrutar". Si alguien le pregunta cuántos años tiene el famoso muchacho, ella sonríe con picardía y baja la vista. Exactamente el mismo gesto hace la madre de María del Carmen, cuando alguien se atreve a preocuparse por Yanet y le pregunta sobre lo que anda diciendo su hija. Sonríe, baja la vista y agrega: "Son cosas de chicas, nunca tuvo novio, no tenemos computadora y en mi casa ni siquiera hay internet".

 (Cuando llega a su habitación, después de un día adormilado, se encierra en el baño, que es su lugar preferido del mundo. Deshace el elaborado peinado despeinado, cubre los mechones de color con papel crepé, se quita la ropa que de puro ajustada le ha dejado las huellas de las costuras impresas y se para frente al espejo. Examina allí las heridas recientes y las compara con las viejas:  muslos y brazos están cubiertos de pequeñas cicatrices paralelas, dolorosos rasponcitos que Yanet le hace a María del Carmen y luego cubre hábilmente con pañuelos, calzas y brazaletes durante el día, pero que, al llegar la noche, le gusta observar).

Al final del día, despojada, delgada y mortecina, la niña de indefinido nombre se mete en su cama para dormir. A la luz del celular, que está subiendo su nuevo video, le es fácil imaginar un ángel inmenso, color violeta, que la abraza fuertemente y la cobija con sus alas.Y así, entre la tibieza de las plumas invisibles, ya casi dormida, con el pulgar en la boquita como cuando era bebé, se abandona hasta ser presa del horrible sueño recurrente, en donde María del Carmen batalla valerosa contra Yanet y vence sólo algunas veces, esperando que llegue el amanecer victorioso que la transforme definitivamente en una mujer indemne y con un solo nombre.

7. Crónica de un femicidio

Ilustración: Aylén Giraudo


Un efectivo de la policía demasiado jovencito, atrevido y locuaz, me contó los detalles. Había conversado con muchos testigos, pero lo sabroso, lo clave, residía en lo registrado en el diario íntimo de la novia, hallado entre sus pertenencias. Según esas anotaciones, "cuando sucedió, pensó que había sido un error, que era su culpa, que lo tenía merecido. Lo había conocido bañada en soledad, metida bajo el caparazón de una tortuga marina, desesperada, de pie contra la escalera del boliche a donde iba a bailar". Una amiga había agregado datos que quizás podrían ser importantes para la introducción: en aquellas épocas, la víctima cumplía rituales. El muchacho había profanado insólitamente el diario de la joven; pude ver su caligrafía impetuosa en los márgenes del pequeño libro: "Palabras mejor amiga menor de edad (textual):  viernes por la tardecita, matineé; conseguir ropa prestada, bañarse, maquillarse, vestirse, secarse el pelo largamente, caminar lento hasta la puerta, mimetizarse con la multitud, camuflarse, desaparecer, la escalera y la barandita. Ahí: mirar, mirar, devorar a la gente con la mirada hasta encontrar unos ojos que coincidieran y hacerse notar. El juego de la media naranja, del príncipe azul, del amor de la vida: alguien que devolviera la mirada, por lo menos. Cruzar los dedos, anudar pañuelos, improvisar sortilegios. Si continuaba durante más de una noche, cualquier detalle bastaba para convertirlo en especial."

La víctima había anotado en el diario todo lo sucedido usando una prosa omnisciente y florida que permitía prever al lector el dramático desenlace: "Lo vio, él la vio, fue hacia él:  lo abordó, bailaron, se agitaron juntos. Entre brazos y piernas y pelo ajeno él le pasó la mano por la cintura y le gritó al oído algo que no entendió, pero no importaba nada a esa altura. Cuando lo vio venir hacia ella, de día, desde el banco de la plaza, vio caderas anchas, ropa estridente, cabello esponjado, papada, lunares, pecas, pero NO IMPORTABA." El proceso de enamoramiento estaba descripto como el armado de un trabajoso rompecabezas: paso a paso ella iba descubriendo piezas desagradables, pero sometidas al proceso del "no importa" encajaban una a una, una a una, y "lo que se veía dejaba de verse, lo que se olía dejaba de olerse, lo áspero se volvía imperceptible, el contexto desaparecía. 'Lo amo', 'lo amo', 'lo amo' escrito  por todas partes, susurrado, cantado, gritado, soñado, 'LO AMO' con mayúsculas, en cursiva, con negrita o subrayado."  "Con la histeria y la abnegación de una fan", en opinión del policía aspirante a la fama mediática. (Aquí el muchacho había abandonado el tono entusiasta y me había confesado sentir aprensión; incluso me alcanzó el diario para que me cerciorara de que no exageraba en un punto con la repetición de las palabritas y me permitió tomarle unas fotos).

"La primera vez fue un sonoro cachetazo". Había testigos del hecho. Continuaba la trama en las páginas rosadas; la enardecida escritora enfrentaba el conflicto y emprendía su desarrollo ensayando una explicación: "El NO IMPORTA sonó hueco, pero sonó". Tirones de pelo, mechones arrancados, luego, con o sin testigos. "El NO IMPORTA se reforzó con un sentimiento de orgullo y vanagloria... ser importante, no tener que ir a la matineé, no tener que hacer el simulacro para llegar a la escalera sin que la gente notara que estaba sola, no tener que fingir conversaciones con desconocidas en grupo para confundirme en la multitud, parecer normal, quitarme lo patético y... TIRAME del pelo, PEGAME en los brazos, RETORCEME las muñecas... Me caigo en el piso porque LO AMO y me pega porque me ama y no puede evitarlo".

 "Vaya a saber usted qué número de agresiones habrá sufrido. Éste va a ser un caso de gran relevancia en los medios, seguramente, tendré que prepararme para enfrentar a las cámaras", había agregado el policía, con la voz opaca, creando el clima propicio para arribar al final de la historia.

No lo soporté más. Era absolutamente previsible lo que iba a decir, qué misterio diferente al de la muerte podría encerrar otro librito de tapas rosas edulcorado, enfermizo y banal: experimenté el intenso sufrimiento que durante las próximas horas caería sobre los seres queridos; la desesperación de una mamá, de un papá, de algún perrito, el tremendo escalofrío que atravesaría a los padres del novio criminal... el desastre, el dolor, la desolación que el entusiasmado oficial había comprimido dentro de la palabra "caso". Me contaron días después que tuvo que ver con fuego, porque cuando el indiscreto narrador abrió la boca, insuflado de entusiasmo, para plagiar el desenlace, agitando el antaño íntimo diario vejado por todos lados... me sublevé contra sus ínfulas de relator de cuentos policiales y le pedí  bruscamente que no continuara. Con placer perverso contemplé las palabras no pronunciadas apagarse en su boca enmudecida, le dije que ya contaba con los datos suficientes para redactar la crónica y me alejé presa de un rapto de egoísmo supremo, temerosa de que la imagen final de la fallida novia se escapara de mi mente al ser articulada por alguien que no le concedía la menor importancia. A esta altura sé que sería en vano intentar explicarlo, decirle al policía ( o a alguien) que los casos ,cuando son femicidios, para mí son voces fantasmas que me invocan y rodean hasta encarnar en un único relato incesante (en intento vano de exorcismo), garrapateado en mis personales, íntimos y enfermizos libritos rosados. Ya dejé de contarlas: son muchas; nunca volveré a estar sola. No me resisto: creo que ellas saben que el final, cuando lo escribo yo, nunca queda del todo cerrado.

8. Es bullying, no bowling, ¡bruto!

Ilustración: Aylén Giraudo
El de Filosofía es nuevo y no sabe, por eso hay que explicarle. Fue un cambio fenomenal: Nelson entró en la escuela y mejoró. Los más grandes nos dimos cuenta enseguida, y nos daba una bronca... tardamos como mil años en animarnos a hablar de eso y ahora, justo, cuando estábamos bien piola, se le ocurre al profe hacernos decir cosas y me meto en flor de quilombo.

Resulta que desde que llegó Nelson a 4to no hay más piñas afuera. Se terminó el problema de las esquinas: entramos y salimos lo más bien, tranquilitos, sin que nadie nos esté esperando para rompernos la cabeza de un piedrazo. Ni el patrullero necesitamos. Nada. Los padres dejaron de tener que acompañarnos a Educación Física. No se puede creer, después de tantos años de pelea con los pibes de la 68, y gracias a él.

Nada de timidez ni de derecho de piso: entró y el primer día revolucionó la vida. Despejó la calle de guachos que nos venían a robar con fierro y a pegar, limpió el baño del grupito que descansaba a los de 1ero, amenazó a las pibas que afanaban en la puerta del kiosquito y frenó las roscas del patio. Los profesores se dieron cuenta al toque: se armaba cualquier bardo y bastaba con que Nelson apareciera, con las manos en los bolsillos y esa mirada que te la regalo, y todos se quedaban mosca. Memorable fue lo del acto del 2 de abril, cuando uno se puso a escuchar música en pleno himno y Nelson cruzó las filas de maleducados, paró el CD y miró desde arriba, así como hace él. "Che, más respeto, que es la patria", dijo. Y puso a Jairo cantando el himno y no jodió nadie más ni el 25 de mayo ni el 9 de julio, ni siquiera el día del maestro, que era descontrol por tradición. 

Pero no se vayan a creer que Nelson es copado, nada que ver, si justo por eso yo empezaba quejándome de lo de Filosofía. Nosotros deberíamos ser como los filósofos, para qué estudiamos su vida  y eso si nos portamos al revés, de cobardes, de porquería que somos. Y lo digo por todos, no solamente los pibes: los profesores, la directora, la vice, las preceptoras, bien que nos estamos haciendo los distraídos con el tema de Nelson, por no decir una mala palabra. Como que le vendimos el alma al diablo; una vergüenza. 

Claro que la escuela anda mejor, pero nos estamos aprovechando: nadie molesta, nadie pega, nadie le falta el respeto a los profesores, andamos hechos una sedita, sin miedo a los choreos ni a que nos digan cosas, mirando para otro lado y haciéndonos los que no nos damos cuenta de lo que hace Nelson. Porque si existe el bullying, Nelson podría encarnarlo. Es la fotocopia de la explicación entera, el tipo, una verdadera bestia que tortura, lastima, humilla, pega, coacciona, hostiga... "Pero la hace bien", dijo mi viejo al principio, cuando le conté: "se la agarra con uno solo y de cayetano". Con admiración, lo dijo. Y después me salen con que los adultos son un ejemplo, de qué, de qué, la calentura que me hizo agarrar ese día mi viejo. 

Nelson se la agarra con Cristian, el de 2do. La escuela entera sabe. Al parecer, son tantas las ventajas que tiene la situación que hemos decidido sacrificarlo, como si fuera daño colateral o algo así. A mí me importa un poco. Me di cuenta enseguida, los vi y era como en las películas de las cárceles, donde el preso grandote y peligroso se agarra uno chiquito para su uso personal. Pensé en decirle a la preceptora, pero me pareció que no era asunto mío y, después, pasaron muchos días y a nadie le molestaba, excepto a Cristian,obvio. O sea: trescientas personas tranquilas y en armonía contra una. Te la regalo, da lástima el pibe, pero no lo mirás y listo. 

Repito: sentí un poco de culpa al principio. Le hablé a mi viejo, ¿se acuerdan?, y hasta me hizo sentir envidia... "la hace bien", me dijo. Y ahora viene el de Filosofía con lo de la moral, la ética y lo que es correcto y primero Carina larga que Nelson le hace cosas a Cristian y después Josué sale con que nadie ayuda a ese pobre chico y la remata Marina con que tendríamos que hacer algo porque somos los grandes y me termino escuchando a mí mismo decir que podríamos escribir una nota para la directora y acá estoy, bien gil, con la lapicera en la mano sin saber qué poner. Porque si subimos a la balanza, ¿no es preferible el bienestar de la comunidad por sobre el de Cristian, que es un individuo? ¿A quién le importa Cristian? ¿Por qué no se defiende solo, por qué no vienen los viejos o alguien a dar la cara? "Seño, Nelson me hace bowling", le dijo a la preceptora en abril,  y nos reímos en su cara. "Es bullying, no bowling, ¡bruto!", le grité. Y ahora, después de tanto tiempo, ¿por qué debería importarnos lo que le pasa si se la está bancando y podemos seguir así de piolas todos, como si nada?

El de Filosofía se la buscó, con las preguntitas, yo le voy a echar el fardo encima: ahora lo que le hace Nelson al pibito es SU problema, no el mío. Eso voy a escribir en la nota: que él se haga cargo. Nosotros somos menores y él es el adulto, se viene con lo de la ética y que haga algo, qué le pasa. Si la escuela vuelve a ser el bondi que era antes, el primero en pagar los platos rotos va a ser él, ya lo hablamos, se la tenemos jurada, ojito con las consecuencias que ahí sí no va a haber Filosofía que lo salve. Como si venir a la escuela fuera fácil, qué sabe, si viene un par de horas por semana. Ya se lo estoy escribiendo en el vidrio del auto: "¿Qué preferís? ¿Un Nelson solo o trescientos?" A ver si se sigue haciendo el vivo. Yo prefiero uno a ninguno, o no, no sé bien, duele pensar, mejor no meterse, ¿o no? ¿a quién le puedo preguntar? Y si tengo pesadillas con Cristian es porque debo ser bien maricón. Andá a saber. No se lo conté a nadie ni se lo pienso contar. Listo, me enojé, me voy a dormir ahora. "Sólo sé que no sé nada", que se haga cargo él de lo que armó con sus preguntitas, ya mismo estoy rompiendo este papel y que siga todo igual, ustedes no leyeron nada, no me botoneen, yo voy a negar todo. Ojito si se meten conmigo, de última, será cosa de avisarle a Nelson para que me haga el aguante. ¿Entendieron? Ustedes, no saben nada. ¿Está claro? Nada. Porque averiguo dónde viven y voy y los rompo uno por uno. Na-da. 

Señores padres: eduquemos juntos.

Imagen tomada de internet

Todo docente en algún momento (o momentos) experimentó la sensación de frustración al tomar una prueba, luego de un arduo, satisfactorio y personal trabajo, y comprobar que los alumnos que creía que habían aprendido un contenido, no aprobaron. En mi opinión, en las escuelas, estamos viviendo ese momento desconcertante: la realidad nos demuestra que lo que creíamos que estábamos haciendo bien, no está dando los resultados esperados. Personalmente creo que, además de realizar una profunda autocrítica que lleve a mejoras curriculares, actualizaciones y cambios, existen dos problemas íntimamente relacionados que exceden a los docentes, directivos, estrategias y planificaciones y que necesitan de la ayuda imprescindible de la comunidad educativa entera para ser solucionados. Me refiero al mal comportamiento creciente de los alumnos adentro de las escuelas y a su actitud pasiva e indiferente hacia el aprendizaje formal.

Puedo escuchar las voces de protesta: afortunadamente no sucede en todas las escuelas, en todas las aulas. Existen millones de alumnos excelentes. Generalizo en forma deliberada y repito: es un problema creciente que debe preocuparnos a todos, más allá de las numerosas excepciones.

Así como "la escuela", en nuestra imaginación, no coincide con edificios deteriorados ni con las múltiples noticias de violencia que la llevaron otra vez a los noticieros, tampoco coincide la actitud de muchos de los alumnos hacia el saber formal y el aprendizaje con la predisposición que la sociedad debiera considerar como natural. Para realizar una apropiación exitosa de los contenidos, todos los especialistas coinciden en que se necesita un clima áulico positivo y libre de interferencias, y, por supuesto, sostienen que el alumno debe realizar un esfuerzo. La enseñanza de valores es considerada fundamental: es tarea de todos los docentes educar para la paz, para la convivencia, para la armonía. Algo está fallando y tiene repercusiones en que se lleven a cabo los aprendizajes, tanto los relativos a los valores como los que tienen que ver con competencias específicas de áreas de estudio: en los diagnósticos de la secundaria, en general, se señala como principal falencia la dificultad en la comprensión lectora y la escritura. ¿Es correcto atribuir este fracaso únicamente al desempeño de todos los docentes? Los alumnos que muestran dificultades, ¿están participando activamente en el proceso de enseñanza-aprendizaje?  ¿Asisten puntualmente a  la escuela? ¿Prestan atención, realizan los trabajos prácticos, registran las explicaciones en sus carpetas, estudian para las pruebas, investigan, leen cotidianamente, producen textos orales y escritos? Los adultos responsables de esos alumnos, ¿controlaron, estimularon, ayudaron a sus hijos para que cumplieran con todo lo enumerado en la interrogación anterior?  Por otro lado, "la escuela", que debería ser un ámbito acogedor, en donde los alumnos se sientan contenidos y protegidos, es según el Mapa Nacional de la Discriminación de 2013 del INADI, el cuarto lugar en donde existe la mayor discriminación (debajo de los boliches, la calle y las comisarías y por encima de la televisión). Éste es un factor que incide, entre muchas otras formas indeseables de violencia aprendida fuera de las escuelas, en que el "clima del aula" no sea el apropiado para llevar a cabo el aprendizaje.

Parece una tontería, pero puede resumirse en una frase, en un ejemplo: en "Lengua", sólo se puede comenzar a trabajar provechosamente cuando el alumno que tiene problemas para comprender deja de decir "el texto no se entiende" y dice: "no entiendo el texto". Es fundamental el cambio de actitud del alumno para que pueda aprender, y en la tarea de motivar, ayudar, estimular, despertar interés, muchas veces, los profesores estamos solos.

Los docentes, cuando existe un problema, pedimos el cuaderno de comunicados y escribimos una nota a los "señores padres". Los "señores padres", los adultos responsables que cumplen ese rol, son los educadores principales, juegan un papel fundacional y fundamental en la personalidad de los futuros adultos que tienen entre sus manos. Amar, proteger, cuidar y educar a los niños es su principal función. Vivimos en una sociedad que dista de ser amorosa y atenta. Si los niños están creciendo rodeados de un ambiente en donde la violencia, los insultos y el desprecio por el saber se consideran naturales, ¿cómo vamos a pretender que por sí sola, como si fuera un ambiente esterilizado y ajeno a la realidad, la escuela produzca ciudadanos instruidos y responsables?  Si un niño crece escuchando y viendo que todos los "otros" son dignos de desprecio, que la maestra es una inepta, que las mujeres tienen que dedicarse a lavar los platos, que llorar es de débiles, que estudiar no sirve para nada, que los que triunfan en la vida son los "vivos" y los buenos son los tontos,  que a los pobres (o a los ricos), a los de Boca (o a los de River), a los que cortan la calle o estacionan mal, a los que sea que "molesten" por algo "hay que matarlos a todos", que la única forma de solucionar los problemas es gritando y agarrándose a piñas (y podría seguir la enumeración durante varias páginas, pero me revolvería el estómago), ¿cómo vamos a pretender que los alumnos, junto al docente, se desenvuelvan en un "clima de aula" agradable y motivador para el estudio?

Para que la educación formal sea una herramienta poderosa y positiva, debe adecuarse a la realidad y dejar de trabajar en soledad. La sensación de frustración que mencioné al principio de este texto es desagradable, pero reconocerla es el primer paso. Señores padres: ustedes también son responsables de la tarea educativa que tenemos por delante. No sólo se educa en la escuela. Si los adultos continuamos enviando mensajes contradictorios, únicamente lograremos una sociedad contradictoria, lejana de esa Argentina unida, igualitaria, plena de armonía, justicia social y seguridad, que todos deseamos.

esta nota puede leerse en http://opinion.infobae.com/graciela-adriana-lara/2014/05/26/senores-padres-eduquemos-juntos/

viernes, 23 de mayo de 2014

12. Qué hacer en caso de armas

Goya: detalle de "Fusilamientos del tres de mayo"


El siguiente, es el "Protocolo a seguir en caso de presencia de armas en el aula" de la Isla del Alumno Autodidacta:

A continuación, se explicitan los pasos a seguir obligatoriamente por el personal docente para cada caso ejemplificado: (nota: En el Anexo III pueden verse los pósters desplegables para cada uno de ellos)

. El alumno ha sacado una ametralladora de su mochila, un fusil FAL o algo que puede ser, presumiblemente, un arma láser antiaérea:

a) Controle sus nervios. Recuerde: usted es un/a docente. En el caso de que experimente ganas de gritar como un desesperado, de salir corriendo del aula gritando "auxilio", desmayarse o cualquier reacción inapropiada para la situación, diríjase inmediatamente a un rincón del aula y cuente hasta diez. Únicamente se considerará legítimo que levante la voz para llamar a otro adulto perteneciente a la institución, ya que no es conveniente permanecer a solas con los educandos en estos casos. El otro adulto, preferentemente un auxiliar por su general robustez, podrá abofetearlo/a para hacerlo entrar en razón si padece una crisis nerviosa, pero ocultando el golpe tras un pañuelito de papel, para que los alumnos no se impresionen por la escena violenta, y evitando el ruido del golpe, ya que lo auditivo también puede afectarlos.

b) En el caso de que el alumno haya esperado que usted regrese sin asesinar ni herir a nadie, pídale que apunte el arma hacia el piso y se la entregue. Recuerde: las armas las carga el diablo. Aunque el alumno crea que es de juguete y sea incapaz, por su condición de alumno, de comprender la peligrosidad de este tipo de objetos, proceda como si se estuviera corriendo un peligro realmente. Usted debe preservar la integridad física y mental de los alumnos por sobre todas las cosas, no lo olvide.

c) En el caso de que el alumno la/lo mande a freír churros con alguna frase o palabra intempestiva, recuerde: el educando no reconoce la diferencia entre el lenguaje formal e informal, usted es responsable de enseñársela. No importa que nuestro objetivo en la Isla sea el del "alumno autodidacta": sabemos que eso es utópico y contradictorio, pero lo llevamos adelante igual. No se ofenda por lo que le ha dicho: continúe centrando su atención en el arma y pídale que apunte hacia una mochila, una biblioteca, o hacia algún mueble, total, en el estado en que seguramente se deben encontrar, mucho mal no va a ocasionarse si se escapa algún disparo en forma accidental o adrede.

d) En el caso de que el alumno se niegue a entregar nada, insulte, se muestre enojado o poseído por algún sentimiento de furia, y usted perciba que existe realmente el peligro de que alguien resulte muerto o herido, proceda en la forma siguiente: 

1. Párese delante del arma.
2. Apoye su pecho de docente contra el cañón del arma.
3. Apoye su dedo sobre el dedo del educando que está sobre el gatillo, evitando cualquier otro contacto que el indispensable para esta situación, ya que podrá ser considerado un abuso de su parte cualquier roce o tocamiento con el menor.
4. Inmólese por el bien del grupo, indicándole antes al resto de los educandos que abandone el aula en silencio y ordenadamente.

NOTA: Repita los pasos 1 a 4 para los casos de cuchillos, punzones, compases, bisturíes, botellas rotas, agujas, tijeras, palos afilados, flechas (estén o no envenenadas), trinchetas, etc.

Recuerde: los alumnos no son concientes de lo que hacen por el mero hecho de ser alumnos, independientemente de lo que estén por hacer o hayan hecho. Usted tiene la absoluta culpa de todo lo que ellos puedan hacer o dejar de hacer.

Si usted resulta herido: Se llamará una ambulancia para que lo lleven al correspondiente nosocomio continental (la Isla del Alumno Autodidacta no cuenta con servicios médicos para el personal docente).

Y si resulta muerto: Y bueno. Usted se la buscó. ¿Por qué no lo pensó bien y se puso un kiosquito, en lugar de dedicarse a esta profesión tan mal vista por la sociedad? ¿Quién lo mandó a creer que se puede enseñar a ser autodidacta en una isla? ¿eh?


Nota real de la autora: intentando escribir mi opinión sobre el tema, encontré un texto viejito, en este mismo blog. Y entre esas palabras y el textito anterior, me quedé sin nada que decir. Es una pena que pasen los años y siga todo igual...
http://lamusaenelborde.blogspot.com.ar/2011/03/juguemos-con-un-revolver-mientras-el.html

sábado, 10 de mayo de 2014

Bullying





Por qué no escribí acerca del bullying, me pregunta usted, a mí, que ando escribiendo con soltura acerca de temas escolares desde hace tantos años. Le contesto: porque creo que sólo los especialistas son los autorizados, porque es un tema que excede mis conocimientos, porque no soy psicóloga ni psicopedagoga ni nada por el estilo, sino docente. Insiste usted en que escriba algo, quizás se conforme con este humilde texto descriptivo y disculpe los errores que seguramente cometeré.

El primer requisito existente cuando uno aborda el tema del acoso escolar, ya sea para estudiarlo teóricamente como para comprender un problema hallado en la práctica y resolverlo en forma eficaz, es enfrentar el conjunto de prejuicios existentes en la comunidad entera, que ha naturalizado diversas clases de acoso de tal manera que las ha vuelto invisibles.


Definamos en primer lugar qué consideraremos bullying o acoso escolar: se trata de todo el espectro de agresiones verbales/físicas/paralingüísticas a las que se somete a un alumno o alumna (de ahora en más utilizaré el término "alumno" para referirme a ambos sexos) dentro de la escuela  reiteradamente durante el tiempo. Es decir: una riña o amenaza ocasional de un alumno hacia otro no se considerará acoso, sí lo será si estas conductas agresivas se reiteran a lo largo de un lapso de tiempo determinado. ¿Dos veces se considera acoso? Dependerá de las características del caso, pero yo diría que si la primera vez no se resolvió el problema, la segunda vez es buen momento para prestar la atención que merece y considerar las medidas de prevención correspondientes, ya que estamos ante el surgimiento del bullying.

He leído en muchos artículos que el acoso escolar se da mayormente entre pre adolescentes... yo extiendo en mi texto la edad, la hago indefinida, ya que en este momento en Buenos Aires hay alumnos dentro de la escuela secundaria que tienen las más variadas edades, incluso mayores de edad, compartiendo aulas, pasillos, baños y edificios con otros más pequeños. Una de las consecuencias de la implementación de la Ley que cambió la separación entre primaria (1ero a 7mo grado) y secundaria (1ero a 5to o 6to año según el caso), haciendo que de 7mo se pasara a 8vo y a 9no dentro del mismo establecimiento, fue la prolongación de la niñez. Es un tema interesante y que motivará seguramente otro análisis más profundo; sólo me detengo a mencionar que ese cambio, que en la actualidad condujo a la desaparición del 7mo grado   y su transformación en el 1er año, 2do, 3ero, 4to, 5to y 6to, ya desaparecido el fallido polimodal, continúa reflejando esta "prolongación de la infancia" en los adolescentes (antes se terminaba 7mo, la primaria, se egresaba, se cambiaba de edificio y de sistema educativo, se comenzaba a ser "el más pequeño" en la secundaria. En la actualidad ese egreso e ingreso no existe, hay una continuidad y los pre adolescentes y los adolescentes suelen mantener comportamientos infantiles considerados "normales" que serían impensables dentro de una escuela media hace unos años atrás. Menciono este hecho, pero no lo considero único responsable de la existencia de comportamientos agresivos: obviamente vivimos cambios sociales y una realidad extra escolar en donde la violencia es moneda corriente y la escuela no es un lugar aislado del mundo).


Dentro del espectro de las agresiones que pueden darse en la escuela consideraremos acoso:

1) Las amenazas, se concreten o no. Pueden ser amenazas hacia un par, hacia un niño más pequeño, hacia una persona vinculada de alguna manera con la víctima o un objeto de su pertenencia o vinculado emocionalmente con él. Se le puede decir a alguien: "Te espero a la salida", "vas a ver lo que le voy a hacer a tu hermanito", "Te voy a matar el perro", "te voy a romper le celular, la mochila, la campera, el auto de tu papá", etc. Cabe destacar que se puede amenazar y todo lo que describiré a continuación utilizando las redes sociales, el celular o internet.
Las amenazas tienen por objetivo intimidar a la víctima, pero también pueden ser proferidas para poder manipularla y que se comporten como desea el acosador, por lo que es difícil diferenciarlas de las otras categorías que describiremos, que son puras en la teoría, pero no tan diáfanas en la práctica.
Pueden ser verbales o no verbales; la mera presencia del acosador puede ser percibida como una amenaza, un gesto, una mirada, un puño mostrado de alguna manera particular, suelen bastar.
Y aquí quiero detenerme. Muchas veces la víctima de amenazas confía en hermanos mayores o en sus padres su padecimiento. Dentro de la naturalización que señalábamos al comienzo está el considerar "normal" que las amenazas se produzcan, y los consejos que se brindan muchas veces tienen que ver con contestar la agresión con otra conducta agresiva: "Si te pega, se la devolvés", "Si te hace algo, decime que voy y lo destrozo", "Si te rompe X cosa, vos le rompés algo que le duela más". Muchas veces la persona a la que recurre la víctima en busca de ayuda contribuye a profundizar la situación de dolor culpabilizando al acosado por padecer el acoso, acusándolo de "débil" por no comportarse agresivamente y premiando y festejando socialmente conductas violentas que deberían censurarse ("¿Ves? ¿Le diste fuerte unas buenas patadas? Ahora vas a ver que no te va a molestar más...").


2) Hostigamientos de varias clases: hacer burla con gestos, imitar al acosado de alguna manera que lo ridiculice, ponerle sobrenombres ofensivos, pegarle carteles en la ropa, escribir palabras ofensivas en mesas,  paredes, hojas, etc. que involucren el nombre del acosado.
De todas estas formas de acoso, la más naturalizada es la del sobrenombre. Tanto el acosador como el acosado, al señalarles que se trata de un modo incorrecto de tratarse, tienden a afirmar que se trata de una broma o de algo que se dice "cariñosamente", ocultando y tratando de volver invisible el dolor que experimenta quien es acosado. Un alumno gordo que es llamado "Gordo" pasa a no tener nombre, y a aceptar el sobrenombre mortificante como algo que merece y de lo cual es culpable.
Incluyo dentro del hostigamiento una lista lamentablemente amplia de expresiones discriminatorias que sirven para molestar y hacen referencia a variadas cuestiones: expresiones racistas, homofóbicas, de género, de intolerancia religiosa, política, acerca de las simpatías por determinado cuadro de fútbol,  a la pertenencia a "tribus urbanas" o modas varias, al tipo de música que gusta escuchar el acosado, los programas de televisión que ve, los juegos de play station o de PC que prefiere, el celular que tiene, y lo que pueda uno imaginarse. Los alumnos acosadores pueden encontrar como debilidad cualquier defecto o particularidad física de la víctima, ya sea real o imaginaria, y hostigarla de este modo ("sos un petiso, gordo, flaco, alto, pelirrojo, negro, tenés granos, el pelo graso, algún olor desagradable, orejas grandes, orejas pequeñas, sos demasiado feo" o, y lamentablemente éste es un caso muy común en las escuelas, "sos demasiado lindo o linda", y así tenemos paradójicamente una víctima de acoso que es acusada del defecto de no tener defectos).



3) Manipulación social y bloqueo social. Esta categoría agrupa las conductas que buscan lograr que la víctima de acoso se sienta aislada y dejada de lado por su grupo de pares, ya sea en la realidad o en su percepción subjetiva. Hacer correr rumores desagradables sobre la víctima, sean verdaderos o no, hablar mal de ella, no invitarla a participar en tareas grupales, juegos, a reuniones dentro de la escuela, son  formas de aislar a un alumno. Lo que muchas veces sucede en las clases de Educación Física es otra de las cuestiones que hallé como naturalizadas: X alumno no participa jamás de X juego porque "es torpe, gordo, juega mal, es débil, ocasiona que el equipo al que pertenece pierda, es un estorbo, etc. ", y suele ser rechazado y aceptar este rechazo como natural ("no debo participar por el bien de mis compañeros ya que soy un desastre"), asumir la culpa. El área de Educación Física es un área como cualquiera del diseño curricular obligatorio y un derecho que deben recibir y gozar todos los alumnos por igual, salvo indicación médica, por supuesto. Sería ridículo pensar que X alumno, durante la clase de matemáticas, no participe en la resolución de cálculos porque es muy lento en hacerlo... y así perjudica al grupo. ¿Por qué encontramos natural esta misma situación aplicada a Educación Física?

4) Coacción: Consiste en obligar a la víctima de acoso a realizar cosas o tener comportamientos que no desea. La coacción es muy amplia y, a veces, suele ser sutil: puede obligarse a alguien a pertenecer a determinado "bando", a hablar mal de alguien, a beber alcohol, drogarse, fumar, a mantener relaciones sexuales, a pegarle a alguien, amenazarlo, a sumarse a las conductas agresivas de un acosador, hasta a mantener conductas consideradas como naturales o nimias como lo es prestar libros, hojas de carpeta, trabajos prácticos, lapiceras, etc. Los alumnos aplicados que poseen sus carpetas completas la mayoría de las veces deben prestar sus trabajos por coacción, por miedo a merecer la desaprobación o hacer recaer sobre sí represalias de uno o más alumnos considerados más "poderosos", y este hecho se ha vuelto tan común que se ha vuelto invisible. Muchas veces la persona obligada se culpabiliza, y en su afán de pertenecer al grupo de pares o de evitar las agresiones, hace cosas que jamás haría por su cuenta. Al igual que en el caso de las amenazas, frecuentemente los adultos consultados por los acosados les aconsejan dejarse obligar "para que no sea peor" o "para ser un buen compañero",  hecho que agrava el círculo vicioso en el que está sumergida la víctima del acoso.


Y ahora vuelvo a la primera persona. Referirme con detalle al daño que ocasiona el acoso escolar en la psiquis de los alumnos que lo padecen sería  temerario, ya que excede mis saberes. Me limitaré a repetir lo que se afirma en otros textos: trastornos emocionales, baja autoestima, aislamiento, en casos extremos depresión y hasta asesinatos y suicidio. Durante años he visto adolescentes sentados frente a mesas alejadas, usando sus mochilas como trincheras, intentando protegerse de algún modo. He visto bajar miradas inundadas de tristeza ante sobrenombres despectivos e insultos irrepetibles, chicas y chicos entregando sus hojas de carpeta trabajosamente elaboradas, subrayadas y escritas prolijamente, a compañeros que únicamente  les dirigen la palabra para pedirles ese tipo de cosas, sabiendo que muy probablemente no volverán a verlas. He visto chicos ser saqueados ante los kiosquitos escolares, chicos aterrorizados ante la hora de la salida o de la entrada, chicos que prefieren permanecer en el aula y no salir al patio ni al pasillo durante el recreo, chicos que no trabajan en grupo, que no sonríen, que saben que sus compañeros no saben ni siquiera cómo se llaman. Y ahora usted, que me preguntaba por qué no había escrito ya este texto, estará escandalizado e interpelándome: "¿Y qué hizo, Lara, para evitar estas aberraciones?". Me llevaría una especie de gran novela, rememorar lo que he hecho... mi última incursión en nuevos métodos fue coordinar un Consejo de Convivencia y trabajar desde ese rol. Pero más allá de mis intentos, fallidos o no, que la gente que trabaja conmigo o fue mi alumna conoce, creo que el problema se solucionaría si la comunidad educativa trabajara en conjunto. Solos, los docentes muchas veces damos manotazos de ahogado. Se necesitan profesionales, especialistas, gabinetes, Consejos de Convivencia en todas las escuelas. Y si éstos abundaran y funcionaran articuladamente con los docentes, seguramente, los casos de bullying no llegarían al extremo, aunque no me atrevo a decir que desaparecerían por completo. Porque transitar la escuela secundaria, vivir la adolescencia, como he repetido en otros textos, no es caminar por un campo de rosas, exactamente. Y esas tristezas que describo aquí, en otros textos presuntuosos o en mis cuentos para adolescentes se traducen concretamente en ausentismo, en fracaso escolar, en comportamientos autodestructivos  o en comportamientos violentos. Supongo que a largo plazo, una vez terminada la escuela, las consecuencias permanecerán visibles... repito: no estoy autorizada para afirmarlo. Es precisamente por eso, porque lo que sucede adentro de las escuelas excede el presente y va formando el futuro de todos nosotros, que es imprescindible afrontar los problemas como éste. No se enoje conmigo, lector, no puedo dar soluciones en este caso, sólo pedir ayuda usando las palabras.

Nota: Las imágenes que ilustran este post fueron realizadas por alumnos en el marco de un proyecto sobre Bullying que realicé en 2012. Los alumnos dibujaron figuras humanas sin boca, para expresar la falta de voz de los acosados. Aunque hay algunos dibujos que más que representar acosados, parecen representar acosadores...

Un extracto de este artículo puede leerse en http://opinion.infobae.com/graciela-adriana-lara/2014/05/12/bullying-visible-o-invisible/

jueves, 1 de mayo de 2014

Cuatro propuestas para mejorar la educación pública bonaerense

Durante los últimos días volvió a hablarse de educación y de su importancia en los medios de comunicación. El caso de la chica asesinada en Junín  por una patota de compañeras a la salida del colegio, el caso de la “escuela túnel” en La Plata, la necesidad o no de una ley “para el bullying”, las aulas container, el problema de las drogas, la gente que desea el regreso del servicio militar obligatorio, los “ni-ni” y, seguramente, algún tema más que se me escapó.
El asunto es que  los titulares que deambulan por las portadas de los diarios y los programas de televisión, para los trabajadores de la educación, son más que temas esporádicos. Se habla de inseguridad  multiplicada, de sociedad violenta, de linchamientos, de desprecio y maltrato hacia discapacitados, de acoso. Todo eso que está afuera de las escuelas, también está adentro. Y es adentro donde estamos los docentes, metidos en las aulas con los alumnos, como nos pidieron durante la huelga de este año cuando prometieron ocuparse prontamente de resolver problemas planteados.

¿Cuáles serían los puntos más urgentes a tratar para que el panorama educativo mejorara? Me pareció importante que no fueran los periodistas, columnistas, panelistas o candidatos los únicos que pudieran difundir sus propuestas. Hice esta pregunta a decenas de profesores de escuelas públicas de la provincia de Buenos Aires y más o menos, estuvimos de acuerdo en que serían los siguientes:

1)      Solucionar el problema de la infraestructura. En mi nota anterior, escribí sobre la importancia de las aulas dignas y su impacto sobre el proceso de enseñanza- aprendizaje. El caso de la escuela túnel de La Plata es extremo, pero no aislado. Todas las escuelas tienen  problemas con sus edificios: o bien se quedaron pequeñas para la cantidad de alumnos que poseen (porque funcionan en edificios que eran escuelas primarias, por ejemplo, y no hay aulas suficientes, hecho que produce que se dé clase en comedores, gimnasios, aulas improvisadas con durlock, etc), o tienen problemas con el mantenimiento del edificio y sus instalaciones, en mayor o menor grado.

2)      Solucionar el problema salarial docente, que está lejos de estar resuelto por la última paritaria. Dejemos de lado el tema de “trabajan 4 horas”, por favor, ya quedó suficientemente aclarado que no es así. Me voy a referir a los profesores para ejemplificar la idea, porque en el imaginario colectivo no están sentados tranquilamente tomando tecitos mientras dictan clase en una escuela bonita cercana a su domicilio. Los profesores trabajamos en muchas escuelas, a veces en los tres turnos, para poder reunir un salario. Si los famosos 20 módulos permitieran vivir dignamente a un docente, éste podría tener 200 alumnos y no quichicientos. Y podría trabajar mejor, dedicarse personalizadamente a los alumnos, preparar concienzudamente sus clases.  Y la lista de “mejoras” que traería esta mejora sería tan larga que no alcanzaría mi texto… impactaría en absolutamente todo, cambiaría la concepción que la sociedad tiene del docente y más jóvenes considerarían dedicarse a esta profesión imprescindible.

3)      Solucionar el tema de la atención médica de los docentes. Si existiera un lugar en  donde el docente pudiera atender su salud, con especialistas de todas las áreas, equipamiento moderno, tecnología, y todo lo necesario… se terminarían dos problemas. Uno: todos los dolores de cabeza y trastornos que pasamos con IOMA. Dos: se terminaría con el tema de las licencias falsas, que tanto daño hacen a las escuelas y nos estigmatizan a todos los docentes, acusados de vagos y corruptos por las famosas “suplencias de suplencias de suplencias”.

4)      Y por último, un tema importantísimo que espero poder explicar claramente. La escuela es inclusiva: se ha conseguido un adelanto inmenso en ese aspecto y hay una generación de chicos estudiando que son hijos de padres que no pudieron acceder a la educación formal. El logro abarca todos los ámbitos:  la primaria,  la secundaria y  la universidad. Los docentes sabemos eso y todos estamos felices con lo que se ha logrado. Pero (sí, hay un tremendo “pero”, lean atentamente que no quiero que me malinterpreten) los docentes no podemos solos, ante una avalancha de “casos que contener”, “problemas a solucionar” o como quieran eufemísticamente  denominar. Es necesario que nos ayuden, que haya gabinetes en todas las escuelas, con más carga horaria y más profesionales. Necesitamos psicopedagogas/os,  asistentes sociales, psicólogas/os y más  bibliotecarios y preceptores. Sería grandioso que existiera el cargo de “Coordinador del Consejo de Convivencia”, con el turno entero en una misma escuela y sueldo, para encargarse desde el encuadre de este nuevo paradigma de lo que antes denominábamos “disciplina”. Los docentes no podemos hacer todo. Y como en el punto anterior, se podría hacer una larga lista de las cosas que mejorarían si ingresara en cada escuela un refuerzo de profesionales para ayudar en la tarea: los docentes podríamos delegar todos esos “extras” que estamos haciendo más mal que bien y podríamos dedicarnos exclusivamente a dar clase. Que sería lo que corresponde, creo, porque a esta altura de tergiversación de las funciones de la escuela, no sé si se considera así. Mejoraría la calidad educativa, inmediatamente. Mejoraría todo.

Escribo estas propuestas en una columna de opinión, en democracia. Los invito, estimados lectores, a expresar en los comentarios los puntos que consideran que olvidé, los que modificarían entre los que escribí,  los que les parece que expliqué deficientemente. Somos nosotros, como sociedad entera, los que lograremos que la situación actual cambie. Paremos de insultarnos y descalificarnos, propongamos ideas, continuemos el debate, que de nosotros depende el futuro de nuestros jóvenes, que en definitiva, es El Futuro.

este texto puede leerse en:  http://opinion.infobae.com/graciela-adriana-lara/2014/05/02/cuatro-propuestas-para-mejorar-la-educacion-publica-bonaerense/