PROYECTO PIBE LECTOR

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domingo, 17 de septiembre de 2017

Feliz día del Profesor (a media luz, sin libro ni lapicera)




Este año,  el día del profesor tiene que ver con una pregunta y con alegrarme ante la proximidad de la primavera: amanece más temprano y eso significa para mí que en las aulas sin luz voy a poder comenzar a trabajar a las 7:30. ¿O vamos?

Cuando llueve, no hay luz y está nublado... voy a tener que seguir esperando. (¿O vamos?)

Los días que sucede eso me dedico un rato a observar con impotencia una escena que debe ser idéntica cuando hay luz, pero que a oscuras se vuelve impactante. El ambiente es la penumbra del aula que de a poco se va llenando (el horario de entrada es 7:20, pero son 7:45, 7:55, 8:15 y continúa abriéndose la puerta y oyéndose el traca traca del ruido de sillas que producen los chicos que van llegando tarde) y las sombras se mueven en las paredes proyectando siluetas producidas por el resplandor de los celulares, rectangulitos incandescentes que iluminan los rostros inexpresivos de mis alumnos que esperan que vuelva la luz, que salga finalmente el sol o la hora del desayuno.

Me pregunto si soy la única que espera dar comienzo a la clase... ¿espero o esperamos? Con este interrogante tiene que ver este año mi reflexión sobre el día del profesor.  Comienzo a leer el último capítulo de Crónica de una muerte anunciada en mi netbook, interrumpo y pregunto a los rostros iluminados por qué les parece que los personajes reaccionan en forma tan diferente ante la inminencia de la muerte de Santiago Nasar. Entre las sombras me contesta alguien en forma de pregunta: ¿"Quién es Santiago Nasar?". Me parece más inquietante aún que nadie se ría. Ningún alumno del curso compró ni consiguió el libro, a pesar de mis notas solicitándolo en el cuaderno de comunicaciones. La cooperadora de la escuela fotocopió cinco ejemplares y yo presté el mío, pero como no hay luz les pido por centésima vez que abran una versión en pdf en sus celulares. "No tengo internet en el celu". En esta escuela los profesores pagamos internet para que haya en las aulas. "No tengo suficiente memoria en el celu para que se abra". Si desde acá veo que estás mirando Netflix. Cerrá eso y abrí el libro, por favor.

Amanece.

Apelo a todas mis energías y me concentro en Santiago Nasar, que le agarró toda la panocha a la hija de la cocinera y que anduvo tirando cohetes y festejando con sus amigotes frente a la casa donde supuestamente estaba arriesgando su vida una mujer a quien le había quitado la virginidad. Gesticulo y me apasiono hablando del machismo, de las ideas que ese pueblito inventado por García Márquez, tan parecidas a las de pueblitos no inventados, hacen que la pobre novia deshonrada sea devuelta como un objeto y apaleada por su familia. La luz que entra por las ventanas me devuelve imágenes de rostros envueltos en bufandas, cabezas cubiertas por gorros, capuchas y pañoletas, auriculares disimulados entre las ropas, los benditos rectangulitos incandescente formando parte de cada mano y dándole que dándole a la intrascendencia imprescindible del chat. Pero yo sigo pidiendo que se concentren, leyendo, interrogando, hablando, diciendo cosas como que por qué podría decir que la vida de Santiago Nasar, dentro de la novela, era la medida justa para lavar la ofensa hecha a la honra de la familia Vicario.  ¿Y ustedes qué piensan? Los auriculares, Jorgelina, ¿qué pasaría si en la actualidad la gente pensara así? Sacate por favor los auriculares, Juancito ¿hay gente que piensa así? ¿Hay?

Algunos me contestan, surge un debate interesante. Como hay luz y yo irradio optimismo, les pido que abran las carpetas para que trabajemos con un pequeño texto sobre el concepto de la honra a través de diferentes épocas. Te dije que saques la carpeta, dale. "No tengo carpeta", "Me la olvidé", pero estamos en septiembre, nene... "¿Alguien tiene lapicera?", "Prestame una hoja", "Profe, ¿tenés lapicera?"

Termino de leer Crónica de una muerte anunciada en voz alta y anuncio que la terminamos de leer, a pesar de que escuché la pregunta acerca de la identidad de un tal Santiago Nasar y soy conciente de que no logré que todos los oídos se despojaran de sus musiquitas ni todos los celulares cedieran el paso al texto de García Márquez. Me esforcé mucho, pero no lo logré del todo. Todo escuché, todo vi, pero sigo esperanzada. Suena el timbre porque, como dije, finalmente volvió la luz y se van los educandos hacia el mate cocido mientras yo junto las fotocopias, mi librito y mis lapiceras desperdigadas. Dos chicas me dicen que se van a agarrar a piñas con una de quinto porque les rompió un cartel en la cara y es una atrevida y una desubicada. Cinco minutos más tarde finalmente salgo del aula, apaciguados los ánimos y con la promesa de que tendremos un diálogo con la "atrevida", sin piñas ni nada por el estilo. Se me acerca una chiquita tímida, se desliza silenciosamente a mis espaldas mientras giro la llave de la puerta del salón pensando que no tiene sentido porque el recreo debe estar por terminar y me dice con vocecita dulce: "Profe, me encantó el cuento, es el primer libro que me leen. Y me dio mucha pena Ángela Vicario. ¿Vamos a leer algún otro de ese autor?".

"No es un cuento, es una novela", me oigo contestar, porque nunca abandono mi esencia de vieja de Lengua. "Sí, Lili, vamos a leer muchas historias más y me alegra muchísimo que te haya gustado", agrego, mientras pienso que Lili me acaba de devolver la honra y lavado la afrenta, pero sin sangre ni tripas afuera como le pasó al pobre Santiago Nasar. Por la ventana entra una luz hermosa, se oyen los pájaros cantar entre el bullicio del recreo, recuerdo que me falta trabajar unas siete horas más ese día   y me siento feliz porque tengo el mejor trabajo del universo, al mismo tiempo que acongojada porque las condiciones en las que estoy trabajando no me ayudan y las cosas, cada año que pasa, parecen empeorar. ¿Será que la muerte de la lectura en la escuela es algo que saben todos menos yo?  ¿Los chicos están escuchando las explicaciones, leyendo, esforzándose, trabajando en clase, trayendo sus materiales, participando y no me enteré? Yo estoy, algunos están... pero, ¿estamos?


miércoles, 13 de septiembre de 2017

Palabras para Bety (Feliz Día del Maestro)

  Una de las cosas que unen prácticamente a la humanidad entera es la experiencia de haber sido alumno adentro de una escuela. Cada uno de nosotros sabe de primera mano, porque lo vivió y lo experimentó durante años,  lo que significa el sonido del timbre, tener que permanecer sentado en su silla durante una clase, lo que significan el recreo, los compañeros, los exámenes y los maestros.
  Los tiempos van cambiando y las generaciones adoptan formas nuevas, pero la escuela permanece prácticamente igual, atravesando el tiempo en un viaje que la ha golpeado y vuelto vetusta, pero no la ha derribado. Los alumnos crecen, transitan su niñez, dejan luego de ser adolescentes, dejan de ser alumnos y conservan dentro de su corazón el recuerdo de lo que fue ir a su escuela. Es en ese transcurrir que existió, existe y existirá donde todos aprendimos a leer, a escribir, a compartir, a razonar, a resolver problemas, a cuestionar, algunos mejor y otros peor, tengamos la edad que tengamos y hayamos ido a la escuela que hayamos ido. 
  Sin embargo, hay en esta experiencia escolar que describo como común, una vivencia que únicamente conocen los que son profesores o maestros. Año tras año, los que somos docentes recibimos a cada uno de esos grupos de alumnos y compartimos con ellos lo mejor de nuestras experiencias, nuestros saberes, nuestros valores, alegrías y emociones. Cada año es una oportunidad nueva para trabajar juntos y sembrar lo necesario en nuestros alumnos para que aprendan contenidos, adquieran habilidades y sean personas íntegras, buenas y solidarias.
Se es alumno durante una etapa, más o menos larga, depende del camino que vaya construyendo cada persona. Pero cuando se es docente, la escuela se transforma en tu otra casa. Las aulas se convierten en posibilidades, las horas compartidas con tus alumnos se vuelven la concreción de tus proyectos. ¿Y qué son los proyectos sino sueños? Un docente es un enorme soñador. Un docente es un soñador de mundos mejores habitados por personas mejores.
Escribo estas palabras pensando en Beatriz, una soñadora de personas que desde hace veinte años concreta sus proyectos dentro de este edificio que se le volvió su otra casa a fuerza de caminar sus pasillos, de engalanar sus paredes con sus carteleras cariñosas, de escuchar sus cuentos, sus poesías, sus historias y su voz. Veinte años dentro de la misma escuela significa haber sembrado una inmensidad en esta partecita de Ciudadela, haber unido generaciones de chicos y chicas por el sentimiento de la pasión por el aprendizaje, la curiosidad ante lo desconocido, el amor por el arte.
Intenté despojar de frases hechas mis palabras, pero no voy a poder evitar esta: se dice que la docencia es la profesión en donde uno siembra, pero no es el que cosecha. Yo creo que en el caso de Beatriz eso no sucede. Ella es tan apasionada en su tarea de concretar sus sueños que cada uno de sus alumnos y ex alumnos inmediatamente muestran sus frutos en sus conductas, en sus acciones, en sus aprendizajes, en el día a día de nuestra querida 18 y afuera, en el barrio, en lo que llamamos “la vida real”, mientras estamos viviendo inmersos en esta vida de sueños y posibilidades, a salvo, resguardados, siendo alumnos  adentro de la escuela.

Todos los profesores de la 18 recibimos a los alumnos de Beatriz o los compartimos con ella. Sabemos que es una profesora que ha sembrado, que ha dejado huella en cada uno de ellos. Cosechamos sus logros. Aprovecho este momento para decirle a Bety que en mí también ha dejado su siembra, y me atrevo a decir que en cada uno de sus compañeros de trabajo. Es mi mayor deseo seguir compartiendo muchos años más la experiencia de vivir cada día de la 18 con ella, soñando proyectos  de un futuro mejor, juntas.                                         

viernes, 24 de marzo de 2017

Qué hacer en caso de calificaciones

Este texto fue publicado en: http://blogs.infobae.com/proyecto-lector/2014/11/21/que-hacer-en-caso-de-calificaciones/index.html y pertenece a la serie Proyecto pibe Lector

33. Qué hacer en caso de calificaciones

Dalí


Efraín es la persona que lleva más tiempo en la Isla del Alumno Autodidacta y la que mejor conoce su funcionamiento. Por esa razón es a quien se debe recurrir en caso de dudas de cualquier especie.
Un tema especialmente peliagudo en la Isla es el de las calificaciones. “Para los docentes”, piensa Efraín, “porque son unos ineptos”. El Auxiliar siente una especial mezcla de repugnancia y desprecio por los profesores del Universo, que se guarda bien de mostrar. Efraín sabe guardar secretos, disimular emociones, manipular hechos. Se considera a sí mismo como un estratega invencible, un soberano en su reino. Finge una pizca de servilidad, escudado tras sus lentes enormes, y contesta solícito cuando se lo requiere.
Efraín es el Auxiliar, con mayúsculas.
Existe una página especial en el campus virtual de la Isla que contiene las calificaciones personalizadas de los alumnos, y los docentes se desviven por mantenerla actualizada entregando sus planillas en tiempo y forma. No saben (nadie sabe) que jamás tuvo visitante alguno. Ni un cibernauta perdido, mísero. Tampoco saben que esa información es guardada y paladeada placenteramente por el administrador de los datos y recepcionador de planillas: nada más y nada menos, que Efraín.
En diciembre los docentes se agolpan, desesperados, frente a su pequeña oficina-depósito de escobillones y plumeros.
_ Efraín, dígame: ¿Un alumno que tuvo un aplazo en el primer trimestre, se lleva a diciembre la materia?
_ De ninguna manera. Puede tener un 1, otro 1 en el segundo trimestre y un 2 en el tercero y la nota final puede ser 7. Igualmente resultaría sospechoso un profesor que califique con aplazos; usted debería revisar su desempeño y andar con cuidado si quiere continuar aquí.
En voz baja, los alumnos cuentan que cuando era joven, Efraín se metió en una clase de Educación Física con una chancleta en la mano y le dejó el culo bordó a unos pibes que andaban molestando a uno de sus sobrinos, que estaba becado en la Isla. Murmuran: el profesor que estaba a cargo quiso parar los chancletazos justicieros y se ligó uno en la cara que lo dejó tuerto de por vida.
Anécdotas como ésa rodean al Auxiliar como un halo y lo hacen parecer más alto, espigado.
_ Efraín: ¿Los números  van promediados con centésimos en la nota final?
_ De ninguna manera. El educando puede tener un 4, un 3 y un 6 y tener un 7 como nota final. Queda a criterio del profesor, que, por supuesto, favorecerá al educando. No vaya a ser que no podamos festejar tranquilos las fiestas en la Isla por culpa de alguno de ustedes…
Durante el tercer año de su gestión, el director De Álzaga se enfermó. Gozó de una licencia extensa, y Efraín aprovechó con fuición su ausencia. La Isla se volvió su territorio por completo, fue invadiendo oficinas y salones y se desparramó, repatingó y dormitó en cada rincón. De Álzaga regresó, renovado, y no se dio cuenta de los cambios. La Isla había funcionado perfectamente durante su ausencia: Efraín se había encargado del papeleo, de la actividad virtual, de las preguntas frecuentes de los docentes. En su ceguera y nadando en su propio ego, De Álzaga se acomodó ante su escritorio y cerró la puerta, dejando a Efraín solitario, amo y señor de su pequeño imperio.
_ Efraín: ¿Cómo califico a un alumno que vino una sola vez a mis clases-guía de “Administración de la Economía Hogareña”?
_ Con una sola vez, alcanza y sobra. ¿Qué hizo el chico ese día?
_ Nada. Le pregunté cómo se llamaba y me contestó.
_ Bueno. Si dijo su nombre en forma vacilante y usando tono bajo, merece un 7. Si alzó la voz y la miró a los ojos, póngale un 10.
“Universitarios”, piensa Efraín mientras contesta con sorna. “Son los peores”.
_ Efraín: ¿Tengo que calificar a Pérez? Se pasó las 100 horas de mi curso anual de “Prevención de Adicciones” durmiendo como una morsa …
_ Más morsa será usted, señor. No descalifique al chico. Póngale un 10. Uno mientras duerme no se puede hacer adicto a nada.
La lógica del Auxiliar, formidable. Con el tiempo, hasta había encontrado su propio Efraín: un nuevo profesor, doctor en Ingeniería Civil, poseía una personalidad tímida y había aceptado limpiar el edificio a cambio de que intercediera ante los alumnos para que no lo insultaran ni golpearan. “Mucho doctorado y cero manejo de grupo”, le había lanzado el Auxiliar, junto con una escoba.
_ Efraín: ¿Califico a los que figuran en el listado, pero no vinieron nunca?
_ Por supuesto. ¿Usted quiere que nos manden al Continente por falta de matrícula? ¿Quiere que nos cierren la Institución? De ninguna manera. Un 7 a todo el mundo ahorra problemas y todos contentos.
_ Efraín: Tengo a este caso que no sabe leer ni escribir y yo enseño “Discurso persuasivo para tener éxito en las ventas”. ¿Qué hago? No sabe ni escribir su nombre…
_ En primer lugar: no le diga “caso” al alumno; no estigmatice. En segundo lugar, hombre… la escritura está sobrevaluada en este mundo loco… Apruébelo y listo. Se lo merece por ser valiente y desafiar al sistema capitalista.
Efraín es un hombre de muchos secretos. Se rumorea que posee estrategias que los docentes ignoran para manejar situaciones difíciles; dicen que se desliza durante la noche por la Isla y espía y vigila…
_ Efraín: Este grupo de alumnos se pasó el año entero jugando al Call of Duty en mi cara y mandándome a la mierda. Amenazaron con matarme, con torturar a mis hijos, con desfigurar a mi mujer…
_ ¿Y por qué usted no me avisó antes?
_ Yo escribí unos sesenta informes y los dirigí a De Álzaga…
_   Pero no, hombre, al director no, de ninguna manera. Me tiene que avisar… Usted déjemelos a mí. Apruebe a todos y listo. Va a ver cómo lo dejan en paz.
Los “viejos” le cuentan a los “nuevos” que Efraín avanza despacito entre las camas donde duermen su sueño los alumnos, durante la noche isleña. Pone sus manos de dedos largos sobre los cuellos de los que califica en secreto de “rebeldes”, “patoteros”, “cabecillas”…y aprieta, aprieta, hasta que los ojos que miraban el sueño plácido lo miran a él, desorbitados, enrojecidos. Su estrategia es sencilla: aseguran que suelta cuando las venas de su presa están gruesas y oscuras como tronco de árbol.
“Shhhhhhhhhhhh”, les dice. “Ojito con joderme la vida”.
Eso basta.
Los “nuevos” se estremecen.
Jamás un alumno lo ha denunciado ni ha hecho un comentario, en voz alta o por escrito, sobre los terrores nocturnos asociados al Auxiliar.
Eso sí, una vez alguien descubrió el punto débil de Efraín, hecho que le costó el trabajo en la Isla.
Era una profesora nueva, que enseñaba-guiaba sobre “Control de la Natalidad”. Quiso saber qué hacer en caso de calificaciones porque un alumno se negaba a participar de sus clases por motivos religiosos. Le dijeron que le preguntara a Efraín, naturalmente. Tenía una vocecita aguda que se oyó por encima del ruido a adolescencia, cocoteros y mar:
_ Señor portero, ¿puedo hacerle una pregunta?
La Isla se detuvo. Fue como la caída de un rayo.
La despidieron al anochecer. Por la madrugada ya estaba en el Continente.
Su experiencia no fue en vano. Desde ese día, todos en la Isla aprendieron la importancia de no decir jamás delante de un auxiliar la palabra “portero”.

La Revolución del Agua Humana

Este relato fue publicado en: http://blogs.infobae.com/proyecto-lector/2014/11/14/la-revolucion-del-agua-humana/index.html y pertenece a la serie Proyecto pibe Lector

32. La Revolución del Agua Humana


Dalí


El niño se detuvo. Tomó aire, dirigió su mirada límpida hacia el cielo transparente. Desplegó el material sobre la Revolución del Agua Humana. Comenzó a indagar.
Al cabo de unos minutos un señor se le acercó, amable, para preguntar si necesitaba ayuda. El niño contestó apresuradamente que sería un honor escuchar la palabra de uno de sus mayores. El señor, entonces, habló:
_ En el año 2036 un investigador de la UNLP, en Argentina, hizo un descubrimiento que le pareció fenomenal: logró sintetizar el líquido que denominó “Agua Humana”, el néctar esencial, el maná, la fuente de la juventud, anhelada, buscada e imaginada por alquimistas y artistas durante milenios. La fórmula aún era imperfecta, pero la subió a internet en su blog personal.
En 2042 un jovencito hizo pruebas en su cuerpo basándose en la fórmula del Agua Humana. Incorporó el Inhibidor del Apetito y la perfeccionó. Quiso pasar a la posteridad como un héroe anónimo: no sólo envió la fórmula renovada a cada gobernante, a cada laboratorio, a cada universidad, sino que usó las redes sociales con tal habilidad que los datos se viralizaron. La gente de esa época estaba obsesionada con su imagen: seducida por la promesa de la pérdida de grasa corporal, fabricó la fórmula y empezó la Revolución.
El Agua Humana adelgazó a las personas, pero además las volvió sanas. Desaparecieron los problemas de los dientes, de los pulmones, de los riñones, del corazón… ya nadie se enfermó. Los organismos funcionaron como debían y la gente se volvió perfecta. Eso trajo consecuencias que el joven dadivoso jamás pudo imaginar, ya que fue asesinado por una horda enfurecida el mismo año en que la Revolución comenzó.
Ya no hubo necesidad de comer ni de beber. Hasta ese momento, la humanidad giraba en torno a la comida: a producirla, a consumirla. Ser comensal era un ritual social. Restaurantes, fábricas, supermercados, vida familiar, horarios, modos de crianza: todo cambió y se produjo un inmenso desconcierto.  A medida que la gente se desintoxicaba de milenios de consumir comida se volvía sagaz: nadie dudó acerca de la importancia de abandonar el paradigma obsoleto y las naciones, unidas, comenzaron a buscar nuevas formas para que la economía no estallara del todo.
El mundo cambió vertiginosamente: tampoco se necesitaban abogados, psicólogos, agricultores, ganaderos… Millares de máquinas, en meses, se transformaron en chatarra. Lo relativo a la estética era vestigio de una época olvidable. Fue demasiado. Hubo que reorganizar todo. La naturaleza se erguía, triunfante: dejaba de ser explotada. El ser humano asumía finalmente su rol como eslabón, como engranaje ínfimo perteneciente al Reino Animal. La gente no sólo no se dejaba engañar, sino que había perdido las ganas de engañar a otra gente. El Agua Humana rasgó el velo que mantenía la Humanidad en la oscuridad y la corrupción; fue un renacer después de una especie de Sodoma y Gomorra. La gente se volvió reflexiva y crítica, y dejó de preocuparse por el consumo. ¿Desplegaste alguna vez el Museo del s. XX?
El niño escuchaba atentamente. “Sí”, contestó.
_ ¿Y qué te pareció?
_ Me dio vergüenza ajena y compasión. Las personas vivían embrutecidas, pendientes de frivolidades. Trabajaban para comprar objetos innecesarios, sufrían por cosas carentes de sentido.
_ No sientas vergüenza. Es parte de nuestra historia. No olvides que estaban intoxicados por la alimentación. Gracias al Agua Humana
_ Sí, es suficiente. Muchas gracias por su tiempo, señor. ¿Usted llegó a tener padres con coincidencia biológica?
_ No, soy muy joven. Ni siquiera mis bisabuelos hubieran vivido esa época. ¿Querés que te hable de la Revolución Igualitaria?
_ No hace falta, muchas gracias. Fue cuando se decidió que tener hijos biológicos restaba igualdad de oportunidades a la Humanidad y los niños se volvieron comunitarios. Luego quedamos solos.
_ Exactamente. La Historia de la Humanidad fue siempre un baño de sangre, pero somos afortunados ahora. Que tengas un buen día, niño.
El niño cerró los ojos y la información desapareció. Se borraron las ciudades, las personas que caminaban apresuradas, los carteles de neón. En el siglo del niño, la gente no necesitaba nada. Mientras contemplaba nuevamente la serenidad diáfana del cielo, se preguntó si el señor que le había hablado amablemente sobre el Agua Humana pertenecía a la realidad o a los materiales históricos que se le había ocurrido curiosear. No supo qué pensar. Se le ocurrió que quizás hubiera soñado todo, que existía la posibilidad de que en ese exacto momento estuviera planteándose acertijos dentro de un sueño. Se le ocurrió que el soñador podía ser el señor, y él mismo, tal vez, fuese el producto de un sueño ajeno, en la soledad de unas ruinas con forma de círculo. Tampoco supo explicar el porqué del sentimiento de nostalgia que lo invadió al pensar todo eso.
Movió sus manos y desplegó el Agua Humana. Se sintió reconfortado. Había olvidado el episodio y los laberintos oníricos cuando comenzó a beber.

miércoles, 1 de marzo de 2017

#VoluntarioDocenteNoAlParo



La propuesta de convocar a los 60.000 voluntarios que se ofrecieron para quitar el derecho a la huelga que tienen los docentes me parece fenomenal. Me vienen a la mente muchas escenas posibles que se vivirían en las escuelas, en los clubes de barrio, en los comedores... ¿Qué mejor manera de visibilizar ante la sociedad lo que están reclamando verdaderamente los docentes con sus molestas huelguitas que infiltrar en el sistema 60.000 pares de ojos para constatarlo? Hagamos un ejercicio de imaginación: elijamos algún escenario posible y situemos al actor o actriz...

En mi elucubración, voy a elegir un voluntario docente jubilado. Sería una absoluta aberración permitir que se metiera en un espacio cerrado a educandos junto a un desconocido cualquiera, con las cosas que sabemos que suceden. Supongo que ni a Vidal, que está considerando posibilidades tan creativas, se le ocurriría que eso resultaría en algo positivo para nadie.

Primera escena: el docente que lleva años sin pisar un aula ingresa en... un comedor.
Pregunta: ¿por qué no podemos usar un aula como corresponde, con pizarrón, a pesar de que sea una antigüedad?
Respuesta: Tenemos clase acá porque desde hace años nos faltan aulas, no lo hacemos por excepción. Hay un curso en la biblioteca de la primaria y otro en el pasillo que da a los baños de arriba.
Pregunta: ¿Y el olor a comida? ¿Y el calor insoportable del horno? ¿Y los chicos que me dan la espalda? ¿Y las mesas que se mueven? 
Respuesta: Una de las razones de las huelgas docentes son y han sido los problemas tremendos de infraestructura escolar, que atentan contra la calidad educativa.

Segunda escena: ingresan los educandos en el aula-comedor. Podemos recordar la parte de "Un detective en el kinder", cuando el pintoresco personaje que encarnaba Schwarzenegger se mete en un aula (divina, el aula, no como la que invento) y los chicos, sin reconocer en él una figura de autoridad, parecen enloquecer.
Pregunta: ¿Esto que viví recién me pasó porque soy voluntaria y los chicos me odian porque escucharon cosas horrendas sobre mí en sus casas y medios de comunicación?
Respuesta: No, es algo habitual. Construir una relación asimétrica con los alumnos lleva tiempo y está a cargo de usted hacerlo correctamente. ¿Qué le sucedió?
Respuesta: Un chico estaba pegando patadas voladoras y lo saqué afuera del aula, pero inmediatamente me llamaron la atención diciéndome que no se puede hacer eso...
Respuesta: Es cierto.
Pregunta: ¿Y qué se hace cuando hay chicos que se portan mal?
Respuesta: No se dice "hay chicos que se portan mal", no se debe estigmatizar así a los alumnos. Se dice que en determinado momento, un chico se portó mal... No es siempre. Lo que se hace es hacer una nota para el Consejo de Convivencia, para que comience a reunirse y se elija una sanción reparadora...
Pregunta: ¿Y dónde está ahora el Consejo? 
Respuesta: La profesora coordinadora del Consejo, que hace todo esa trabajo fuera de su horario y sin recibir paga alguna, está de paro reclamando que haya mayores recursos destinados a la educación pública, entre ellos, Equipos de Orientación con psicopedagogos y psicólogos que permanezcan las horas necesarias en la escuela para ayudar a solucionar este tipo de situaciones y otras de diferente gravedad. 
Pregunta: ¿Y no le puedo poner amonestaciones al que me insultó cuando le pedí que se sentara?
Respuesta: Usted no entendió nada...

Tercera escena (y última, aunque se me ocurren centenares más): El docente voluntario, después de desgañitarse durante dos horitas intentando explicar lo que sucedía en un cuento que leyó en voz alta tres veces mientras peleaba para que los chicos se quitaran los auriculares y prestaran atención, escuchó el timbre del recreo y se dio por vencido. Últimas preguntas:
¿Qué le pasa a esa chica, que no quiso escribir ni siquiera su nombre en la hoja?
Ella no sabe leer ni escribir. Estamos trabajando arduamente para ayudarla desde el año pasado.
¿Y cómo puede estar en este año, si no sabe? No, deje, no me conteste. ¿Y qué pasa con los dos chicos pálidos y silenciosos que estaban atrás de todo? 
Seguramente no comieron nada. Uno de los reclamos de los docentes en huelga es que haya comedores y que la comida que brindan sea de mejor calidad. 
¿A dónde está la biblioteca?¿Y las computadoras?
La secundaria no tiene biblioteca. No tenemos bibliotecaria ni muebles para los libros que envió el gobierno durante los años anteriores, ni espacio para ponerlos... Computadoras no están entregando. Ése es otro reclamo..
Sí, ya sé, de la huelga absolutamente justa que estoy rompiendo como un carnero. 

¿No es cierto que serían unas buenas palabras para cerrar la escena? Una pena, porque así terminaría esta especie de scketch delirante y se me había ocurrido un final mucho mejor, que era más o menos así: Después de varias clases agotadoras donde los gritos, la música y el ruido infernal imperaron sobre el calor del horno de la cocina y el olor a cebolla, la/el docente voluntaria/o recibió una planilla con cuatro casilleros para "volcar las calificaciones" obtenidas por los educandos. ¡Ah! Y recibió la noticia de que había un padre bastante enojado esperándolo en la puerta del ...comedor. Y que tenía que entregar al día siguiente sus planificaciones diagnósticas... Y...

Quizás los 60.000 voluntarios, en unos pocos días, podrían contarle a la sociedad los porqué de las huelgas docentes y de los problemas de la calidad educativa que reciben los alumnos de la escuela pública mejor, mucho mejor, que cualquier especialista en educación.

 ¿No sería graciosísimo si no fuera tremendamente trágico?


Este texto fue publicado en Infobae: http://www.infobae.com/opinion/2017/03/02/60-mil-voluntarios-para-visibilizar-los-reclamos-docentes/