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domingo, 12 de junio de 2016

Vagones rosas para las princesas lavaplatos #Niunamenos




Resulta interesante leer en los diarios noticias como la del manual de Fiat, quitado de circulación ante las acusaciones de misoginia, o las declaraciones del señor Donnet, miembro del Tribunal Superior de Justicia de Chubut, acerca de que las mujeres "tienen muchas responsabilidades en la casa" como para ir a trabajar en el poder judicial. Pero lo que resulta más interesante aún es que Fiat no se haya dado cuenta de que estaba publicando una sarta de observaciones machistas hasta que desde las redes sociales se lo hicieron notar, o que este señor Donnet crea que sus declaraciones son inofensivas y naturales en pleno siglo XXI, después de cambios de paradigma extraordinarios y la segunda marcha por Ni una menos.

Resulta penoso leer en los diarios acerca de la posibilidad de un "vagón rosa" en el subte para que las mujeres puedan viajar sin ser manoseadas por los hombres, dando por sentado que es natural que los hombres manoseen a las mujeres y que es algo que no se puede evitar de otra manera.

Llueven mensajes ofensivos, desagradables, violentos y, a veces, desgarradores. Parece que no se dan cuenta, parece que no nos damos cuenta. Necesitamos que alguien escriba y señale lo que es obvio, lo subraye con fosforescente y nos haga sentir cuán idiotas somos a cada rato. "Los hombres ya piensan dos veces antes de soltar un piropo", titula un diario. Denevi, en una de mis novelas favoritas, expresa burlonamente y mejor que nadie lo que se siente al pasar ante un conjunto de hombres reunido en una esquina de Buenos Aires en 196... Cito de memoria las palabras de Leonides Arrufat: "Hay que ser mujer y atravesar ese campo minado para saber lo que es el ludibrio y el vejamen del sexo". La querida Leonides no exagera: las groserías y exhibiciones obscenas a las que son sometidas las mujeres en la vía pública comienzan, según estadísticas, desde la temprana edad de 9 años. 

Las publicidades continúan repitiendo el estereotipo de los príncipes que deben ser "atendidos" por las princesas arregladitas y delgadas. Las peores son las de detergentes y productos de limpieza. La bella durmiente que se levanta a limpiar los pisos porque el príncipe está llegando, para luego acostarse y fingir que está dormida (nótese qué natural parece que las mujeres que son buenas esposas y esperan a su marido con la casa limpia, finjan en la cama). Otro príncipe elige a la princesa que lavó más platos y tiene las manos suaves. Un niño (un varón, por supuesto) decidió "dedicar su vida" a buscar la fórmula de productos de limpieza que permitieran que las madres pasaran tiempo con sus hijos... con todo lo tremendo que encierra este mensaje para las mujeres, incapaces de encontrar la fórmula y malas madres por dedicar todo el tiempo a fregar grasa quemada. Seguramente un hombre inventó la canción pegadiza de otra propaganda espantosa, que repite el estribillo "será porque te vino"... Sin palabras. El humor que no es humor, el chiste ofensivo y los dibujitos que venden productos y objetos para que las mujeres sean bellas, delgadas, jóvenes, eficaces limpiadoras y atendedoras de hijos y maridos, brota de pantallas y revistas femeninas y hace natural lo que desde el discurso se pretende cambiar.

 El programa "más visto de la televisión argentina" sigue ofreciendo las imágenes en HD del cuerpo femenino casi desnudo, estático o en movimiento, como marco de cualquier cosa que suceda. Las "secretarias" continúan paseándose por los estudios de televisión cubiertas de prendas diminutas, las "participantes" permiten ser cubiertas de barro y que un hombre las rasquetee para encontrar letras escritas sobre su piel, a pesar de que les duele, con la excusa de que "es un juego".

No va a cambiar  nada si los medios continúan repitiendo estructuras que atrasan siglos para ganar dinero o poder. Consideramos "normal" lo que estamos viendo, lo que estamos leyendo, y hasta le ponemos "me gusta" sin pensar demasiado y lo repetimos en la escuela, en nuestros hogares, con nuestros hijos e hijas. Las redes sociales no son ajenas a estos estereotipos; circulan textos sobre "las mujeres de cuarenta" o cartas abiertas de dudoso origen como "lo que Brad Pitt escribió sobre su mujer " que cosechan infinidad de "likes" entre las féminas a pesar de repetir hasta el hartazgo que los hombres son seres superiores que no desean ser molestados mientras miran partidos de fútbol y deben ser atendidos por mujeres que necesariamente tienen que ser bellas, heterosexuales, esposas, buenas madres y hacendosas.

El paradigma está esbozado: sabemos que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres, que deben percibir el mismo salario por el mismo trabajo, que no son "criaturas emocionales" ni tienen un cerebro inferior compuesto de diferentes materiales. Sabemos que muchas veces las mujeres son víctimas de violencia por el mero hecho de ser mujeres, sabemos que eso puede acarrearles la muerte. Existe hasta una nueva figura legal en este paradigma teórico: el femicidio. En estos días se cumplen tres años de la muerte de Ángeles Rawson, una víctima entre miles de víctimas que cobró relevancia mediática y cuyo nombre nos recuerda el dolor que encierra la palabra "femicidio" cuando se concreta en la práctica.

¿Qué debemos hacer para que dejen de pasar todas estas cosas? ¿Podremos, como sociedad, lograr que lo que tenemos tan claro en la teoría se refleje en la práctica? ¿Llegaremos los de mi generación a ver una Argentina donde sea imposible que en un manual de uso de un auto se indique la necesidad de bellas piernas para la copiloto? ¿Donde un "vagón rosa" sea un absurdo y el hombre que manosee a una mujer en el transporte público sea visto como el degenerado que es?¿Donde las mujeres dejen de ser consideradas cuerpos, objetos que poseer y desechar? ¿Donde el asesinato de una mujer sea algo extinto, perteneciente a épocas de barbarie donde existían hombres embrutecidos que creían que amar a alguien era ejercer violencia?

Seguramente me olvido de muchísimas cosas importantes al escribir este texto, porque lo hago en un rato, desde el sentido común y no desde campo científico alguno. Lo escribo como mujer que hojea revistas femeninas y siente que la menosprecian, como mujer que siente con pena cómo muchas de sus alumnas adolescentes son víctimas de todo tipo de violencia en las calles y sus casas, como televidente que se indigna ante publicidades machistas, como lectora que siente oprimido el corazón ante la foto de cada chica asesinada que sonríe desde los diarios. Escribo porque me gusta imaginar una realidad donde ser mujer no sea ser víctima de absolutamente nada. Pido disculpas por los olvidos y espero que los lectores encuentren en el espacio de los comentarios la forma de subsanarlos.

Ángeles Rawson y su mamá. Foto tomada de "La Nación"