PROYECTO PIBE LECTOR

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sábado, 28 de septiembre de 2024

La vieja escuela

 

Viborean ya por paredes y pasillos de las escuelas secundarias bonaerenses los augurios y opiniones futuristas acerca del cambio en el régimen académico que se implementará en 2025. Está anunciado. La comunidad educativa entera ha recorrido las páginas del documento, intentando con mayor o menor éxito descifrar si le afectará de buena o mala manera, cada uno desde su rol, autoridades, docentes, preceptores, familias, alumnos.  

Si esperás, estimado lector, que estas palabras lleven luz o colaboren dando certeza a alguna de tus hipótesis, te aviso en este segundo párrafo que podés dejar de leer. No tengo habilidades de pitonisa, y dejé de revolear los ojos hace años, cuando acepté que trabajar con adolescentes implica adaptarse constantemente al cambio y nadar en un océano de frustraciones que únicamente deben significar que las estrategias que hemos utilizado en nuestras clases han dejado de servir y es momento de buscar otras o resignarse a ser otra barcaza hundida por ahí.

Escribo para decir otra cosa.

Mis clases navegan entre la Literatura, la escritura y la construcción de la ciudadanía. Mis alumnos de Ciclo Básico utilizan una jerga diferente a la que usan los de Ciclo Superior. Escuchan otra música, se ríen de otros memes, usan diferentes formas de inteligencia artificial para hacer sus tareas en clase o avisarme que lo que estoy diciendo está mal. Los más grandes estaban en el Ciclo Básico durante la pandemia y es notoria la necesidad de volver y volver a contenidos que no han adquirido por esa razón. Usan google para buscar información. Copian y pegan de Wikipedia. Una antigüedad. También usan el celular para decirme que lo que estoy diciendo está mal, pero sus habilidades argumentativas no son tan exitosas como las de los más pequeños y suelen terminar aniquiladas con un simple “por qué”.  Ninguno entiende una tira de Mafalda sin que yo explique largamente antes, hecho que arruinaría hasta una tira de Mafalda. Muchísimo material fotocopiado de mi biblioteca se volvió obsoleto y cada jornada es un desafío. Hacer interesante una clase sobre Martín Fierro, sobre el Cid, sobre mi querido don Quijote. Pero me voy del tema.

Termino 2024 chocando contra una nueva realidad que tiene que ver con un cambio de paradigma que creo que excede el del nuevo régimen académico. Pertenezco al siglo pasado. Mi educación, mi forma de pensar, de leer y de enseñar, comenzó en ese mundo, que tenía reglas diferentes. Soy una privilegiada: así como aprendí a usar el teléfono discando (después de haber vivido casi toda una vida sin teléfono), con cospeles, con monedas, con teclas, con o sin cable, así como tuve desde el ladrillo querido que no entraba en ninguna cartera hasta el celular que tengo ahora cerca las 24 horas del día, con todo, todo, todo lo que implica para los lectores que tienen más o menos mi edad y han pasado por los cambios de la tecnología y del mundo cotidiano, hasta ahora, sigo a flote. (Si te perdiste con mi prosa, lector, lo que quiero decir es que todavía no estoy con la tecnología como una viejita en un cajero automático, comparación expresada con todo el respeto que siento por nosotras, las viejitas).

El nuevo paradigma “fluye”. La gente que tiene menos años que yo, que es muchísima, opina muy diferente acerca de cómo planificar las clases, qué contenidos son relevantes, cómo resolver los problemas de comprensión lectora de los alumnos o escribir en el pizarrón, directamente. Cual digno vejestorio me muevo con soltura organizando mi desempeño con mi mente vetusta y largo telarañas y polvo cada vez que abro la boca y me asombro ante la poca capacidad de adaptación al cambio de toda esa misma gente que acude a mí para preguntar cómo demonios hice para hacer algo (y como soy la más vieja, imaginen que son un montón los que acuden). Se cortó internet y tengo un archivo puesto acá y lo necesito pasar acá, entonces no puedo. Tomá un pendrive. Qué carancho es eso. No tengo tiempo para tipear. Usá chat gpt, se lo leés y te lo tipea. El qué y qué lo qué. Cómo voy a leer eso si es una banda. Es un montón. El cronograma lo puse en el padlet. Ay, dios mío. Te paso el link. La gente que fluye no usa cronogramas. (Ja, agarrate después fluyendo entre el caos adentro de una escuela). Tengo que ir a no sé dónde y se me rompió la pantalla del celular y no veo. Y ahí debería ponerme a narrar al estilo de Landriscina que hubo un tiempo en donde la gente usaba guías para moverse por la ciudad con los colectivos, pero solamente recuerdo que hubo un tiempo donde la gente usaba la memoria para retener los nombres de las calles, los números de teléfono y los datos que se consideraban indispensables para sobrevivir que, dicho sea de paso, son los mismos que los que se necesitan ahora.

Concluyendo: nadando saludablemente entre la gente que está aprendiendo a adaptarse a los cambios del régimen académico y de las nuevas tecnologías, estamos sin salvavidas y más o menos en buena forma unos cuantos que venimos mutando e incorporando habilidades desde hace rato. Somos los que además de enseñar los contenidos de nuestras áreas, organizamos eventos. Los que sabemos cuál es la llave (y, en general, los que la tenemos en el bolso junto a otras muchas llaves), los que entramos en el aula donde se armó alto despiole (nótese que mi edad no me permite escribir palabrotas) y con una simple arqueada de cejas llevamos la paz y la armonía. Los que ponemos agua oxigenada y una curita (que obviamente teníamos en el bolso al lado de las llaves), los que estamos presentes en las reuniones de padres, los que alcanzamos el micrófono y sabemos dónde está la cinta de papel, los que nos sabemos de memoria los protocolos de cómo actuar ante absolutamente todas las cosas que suceden o pueden llegar a suceder adentro de una escuela (ni te imaginás, lector, te lo aseguro), los que tenemos sentido común y los que, si nadamos saludablemente adentro de todo ese caldo condimentado de la escuela decimonónica mezclada con algunos cuentos de Assimov, imaginate, lector, si no vamos a estar preparados para un cambiecito de régimen académico 2025.

El año que viene, te sigo contando.