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sábado, 31 de mayo de 2014

Madeja de palabras

Imagen tomada de internet


Un hermoso día de sol, cuando todo sea perfecto y las señales coincidan y hasta quizás haya visto algún arcoiris por ahí, voy a escribir finalmente la carta que inaugure el camino para buscarte. Cada mañana me hago la promesa de ser fuerte, pero se desvanece hacia el atardecer, y se pierde hacia la noche. Mi esperanza de dejar de ser yo y volver a ser nosotras me anima: nuestro amor por el Quijote y su baciyelmo, nuestro café, nuestros silencios, nuestra complicidad, nuestras sonrisas latiendo juntas, nuestra entidad inigualable. Quise dejar de ser humana y en apariencia lo logré, pero sé que estás ahí afuera, caminando con paquetes en las manos, metiéndote en la cama con la bolsa de agua caliente, quemándote levemente la punta de los dedos con la cafetera, con un libro en el regazo. Tus libros, siempre nuevos. Los míos, ajados y añejos. Las dos, vos allá y yo acá, tan sola yo, y vos allá, andá a saber. La única que no me preguntaría si ahora soy escritora. La única que, si lo deseara, entendería mis tejidos de palabras.

Un hermoso día de lluvia, con viento perfecto, cuando las aspas de los molinos de viento giren y una lluviecita transparente me congele la nariz, voy a darme cuenta de que me estás buscando. Voy a mirar hacia arriba y podré ver en el cielo el caballo raquítico, el escudo y los harapos, y me van a parecer galas. Pasan los años y entierro, pisoteo, ignoro la esperanza, pero brota y la mía es que hayas comprendido: que vos, la única, hayas logrado descifrar mis frasecitas, mis redes intrincadas, mis espantosos embrollos hechos de palabras y de lágrimas. Porque soy Asterión así, con laberinto y ovillo hecho de letras. Tomá, si aún es madeja, es para vos. Sé que es un pozo, y te doy miedo. Desenredalo. Encontrame.

Porque en tu hombro, yo finalmente lloraría.
Porque ante tus ojos, yo lograría volver en mí.
Porque te extraño y te necesito tanto, siempre, todos los días.
Porque eras imprescindible.
Mi fantasía, mi construcción abstracta, egoísta e imaginaria de la amistad.
Porque si volvieras a quererme, yo volvería a ser mujer y no minotauro.
O quizás no.

Quizás me haya gustado ser minotauro, la amistad sea un espejismo cruel y haya creado el cielo, el sol y las estrellas, y lo que sucede es, simplemente, que no lo recuerdo.


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