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sábado, 8 de agosto de 2015

Un ángel es

Este relato fue publicado en: http://blogs.infobae.com/proyecto-lector/2014/06/13/un-angel-es/


11. Un ángel es
(fantasía en un acto)
en memoria de Ángeles

  Habitación de adolescente. Ella, en la cama, durmiendo. Comienza a sonar la música. El volumen es alto. Despierta. No mueve sus labios, pero se oye su voz claramente, sobre la música. 
detalle de obra de Rembrandt
 Me levanto de un salto y me pongo las zapatillas, ya, ya; están atadas para hacer todo rápido y esa parte es un santiamén. Veo gotas pequeñitas, sospechosas, en una de las baldosas; la silueta de mi pie se recorta sobre lo mojado y me viene luminosa la oscura certeza: el perro me arruinó las zapatillas… Asqueroso. ¿Y ahora, qué hago? Hago como que no importa, si no hay nada que hacer.
 Se mira rápidamente en el espejo. Se coloca una mochila. Acomoda sus auriculares.
Ya me puse todo y mientras cierro con llave me acuerdo de la campera con pielcita en la capucha que tiene Raquel. La odio, la odio, la tiene tan fácil, a ella le compran y yo puro perro, perro inmundo. Igual es mejor que cualquier camperita; yo quiero a mi perro y él me quiere a mí.
 Sale de su departamento y camina rápidamente por el pasillo, hacia la puerta de entrada del edificio. Pasa por adelante del portero, que mueve los labios. Sale.
   Portero baboso. Siempre lo mismo. Ya está, ya salí, me sacudo las babas que me dejó pegadas; podría ser mi abuelo, qué asco son los viejos, “buen día, preciosura”, susurrado, indecente… Sabe que no me queda otra y se pone día tras día, ahí.
 Apagón. Abruptamente se interrumpe la música. Silencio absoluto. Se oye la voz del portero, repitiendo en eco: “Si te agarro te parto, nena, te parto, nena, te parto, nena”.
Luz repentina. Calle desierta, oscura, atemorizante. Continúa la música, siempre con el mismo volumen alto. Ella camina resueltamente. Se vuelve a oír su voz. 
   Me pego contra la pared porque sé que hay un tipo que duerme en esa puerta, está, está, no está, qué alivio me da, faltan pocas cuadras, ya voy a llegar.
 Apagón. Abruptamente se interrumpe la música. Se oye la voz del ciruja, que sueña placenteramente desde el contenedor de basura que en este momento ella roza con sus dedos, descuidada, al caminar. Está cantando el arrorró, porque en su sueño, arrulla a un cachorrito que tuvo cuando niñito.
Continúa la música, ensordecedora. Ella sigue caminando por  veredas solitarias, inhóspitas. A lo lejos, se acerca otra adolescente. In crescendo, se oye una música diferente, que se mezcla con la melodía que se escucha desde el principio. Se vuelve a oír su voz.
 Zapatillas hediondas, nada que hacer. Ahí viene una sola, ¿me animo?, ¿me animo? Parecen lindas, sería tan fácil si mi cuerpo fuera un cuerpo… aplastarla de sorpresa contra la pared; penumbra solitaria de la madrugada, codo contra el cuello, ahí, tomá, tomá dos veces, como me hiceron el año pasado, dame todo, dame todo, tomá de nuevo otra vez.
 La otra adolescente pasa caminando. A medida que se aleja, se difumina la melodía que la acompañó en su pasar. A pesar del alto volumen de la música original, que se aleje la otra melodía es un alivio. Se oye claramente la voz de la chica. 
 Ya pasó, ya se fue. Si es pensado, no es malo, sólo es idea y nadie puede saber.
 Apagón. Abruptamente se hace silencio. La joven pasa ante una casa antigua. Se ve una luz por debajo de la puerta. Se adivina en esa luz, una silueta. Se oye la voz de una vieja, que dice, repitiendo en eco: “Ahí estás, puntual, ángel hermoso, te vigilo, te cuido, te acompaño con mis ojos, yo rezo por vos, rezo, rezo por vos, un ángel es, ángel sos, en las madrugadas,  un ángel es, caminando, caminando, caminando”.
Continúa la música, que va subiendo el volumen para el gran final,  ensordecedora,  insoportable. La chica sigue su camino, esta vez,  acercándose a la puerta de un edificio que parece una escuela. La voz, sobre la música desmesurada, va subiendo el tono y se convierte en gritos desaforados, a pesar de que la jovencita continúa caminando tranquilamente hasta entrar en el nuevo edificio y desaparecer. 
  Darle con el codo a la de zapatillas limpias delante de un ciruja que duerme y hoy no estaba, escupir la lamparita de la casa de la vieja que sé que me está espiando por las hendijas de la persiana, meterle diez piñas a la que me robó sin importarle que yo estaba en la primaria, veinte patadas, tramontina, romper toda la vereda, gritarle a la vieja chismosa para que se muera del susto, arrancarme los pelos, patalear como loca, quedarme descalza porque el perro se meó en mis zapatillas y no tengo otras… Mientras no me anime a nada y sea soñar despierta, seguro voy al cielo. Lindo imaginar, te deja en los labios saborcito del sueño, se hace amable la caminata y ya llegué, apago ahora mis auriculares y por fin, entro.
 Abrupto silencio. Apagón.

Fin

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